¡Ni una!
Abertxaro y sus secuaces se permiten darnos lecciones de «democracia» y buenas formas, mientras no se resuelven 379 asesinatos a manos de ETA.
¡Ni una! ¡Lecciones de una maldita etarra, ni una! Considero necesario iniciar este artículo con una declaración de intenciones: el lector no se llevará ninguna sorpresa con el contenido.
El pasado 22 de octubre de 2025, la diputada —anunciada— Mertxe —bautizada como María Mercedes, dada la edad de ese espécimen— Aizpurua Arzallus realizó unas asquerosas afirmaciones desde el escaño del Congreso de los Diputados. Afirmó la presencia de encapuchados en comunidades autónomas; de organizaciones fascistas, franquistas, ultras o nazis; de extrema —extrema, muy extrema— derecha ejerciendo el libre derecho de manifestación, concentración… ¡contra las ideas de los terroristas de ETA! Porque los etarras son unos tipos —presuntamente humanos—, quienes deciden quién vive, o no; dónde vive el resto, o no; qué puede pensar, o no, el resto de ciudadanos.
María Mercedes, a quien un perfil de Twitter —la moderna X— rebautizó como Abertxaro, ejerció como editora de la revista proetarra Punto y Hora de Euskal Herria. En 1984 fue condenada por la Audiencia Nacional a un año de prisión por apología del terrorismo: justificaba atentados de ETA desde las páginas de dicha publicación. Periodistas del llamado «Comando Papel» se dedicaron durante años a señalar los objetivos de la banda terrorista para ejecutar. Ahora bien, ¿cómo ha llegado Abertxaro a pronunciar estas y otras asquerosas intervenciones?
Los partidos políticos consideraron que ETA debía abandonar la lucha armada —aquí los miramelindos evitaban llamar al terrorismo «terrorismo», no fuera a darles una fiebre de lunes— para defender su puta ideología dentro de la Constitución y el Estado de derecho. Los miramelindos no se daban cuenta —ni entonces ni ahora— de la realidad asesina de ese grupo terrorista: eliminar y gobernar de forma autoritaria en las provincias Vascongadas y Navarra. ¿Qué no tuvieron en cuenta los políticos nacionales y los asesinos de ETA?
La Ley Orgánica 6/2002, de Partidos Políticos, y una sentencia del Tribunal Supremo de marzo de 2003 determinaron la ilegalización de Batasuna, grupo político auspiciado por ETA. Es más, España acudió a la Unión Europea para la inclusión de Batasuna en el listado de organizaciones terroristas. Cuestión que atendió la instancia europea el 12 de septiembre de 2003, cuando el Consejo de Europa aprobó la Posición Común 2003/651/CFSP, en cuyo anexo se incorporó a Batasuna y Euskal Herritarrok como organizaciones integrantes de ETA (junto a KAS, Ekin, Jarrai-Haika-Segi, Gestoras pro Amnistía, Askatasuna…).
Los etarras no se dieron por vencidos. Comenzaron a parasitar —y fagocitar— otras marcas presuntamente blancas inscritas en el registro de partidos políticos, bajo la ley electoral, como Partido Comunista de las Tierras Vascas, Acción Nacionalista Vasca y Askatasuna. Pero, sin revelarlo a los ciudadanos españoles, el Gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero llegó a un acuerdo —¡rendición!— con los terroristas de ETA; grupo que continuó asesinando a políticos y ciudadanos hasta el año 2010. Es en esa fecha cuando asesinó a dos jóvenes guardias civiles en Palma Nova (Palma de Mallorca). Permítanme repetir la pregunta: ¿qué no han dejado de pedir las víctimas del terrorismo?
Y ahí, una vez conseguido el favor de los socialistas, con el resto de políticos bajo el yugo de unas actas a buen recaudo en la fundación suiza Henri Dunant, los terroristas fueron conquistando ayuntamientos y diputaciones; regresaron al Parlamento de la Comunidad Autónoma Vasca, al Congreso de los Diputados y al Senado. ¿Cómo fue posible? Sencillo. Como diría años después Pedro Sánchez Pérez–Castejón:
—El tiempo pondrá las cosas en su sitio.
Y las puso.
El Tribunal Constitucional, que se arroga la capacidad de tirar abajo las sentencias del Tribunal Supremo, revocó la sentencia y permitió la presencia en las elecciones de Bildu; luego, de Sortu y Amaiur. Finalmente, se agruparon estas bastardas organizaciones, trufadas de terroristas —incluidos asesinos de ETA—, en la coalición EH Bildu. ¿Saben dónde está integrado –y cobrando– el último máximo dirigente militar de ETA? David Pla, tras alcanzar la libertad, accedió a la dirección de Sortu.
Ni PSOE ni Partido Popular volvieron a impulsar la ilegalización de esta marca sin caretas de ETA; ni acudieron a la Unión Europea para repetir el éxito obtenido con José María Aznar en la ilegalización de los etarras dentro de la política. Ahora, en estos días, a los populares les da «un profundo asco» escuchar a María Mercedes, Abertxaro, en el escaño, en el atril del Congreso de los Diputados. ¿Por qué no batallaron en los tiempos de Mariano Rajoy al mando del Poder Ejecutivo? ¿Qué hoja de ruta le comentó durante una tarde entera José Luis Rodríguez Zapatero, al perder la Presidencia del Gobierno, a Jorge Fernández Díaz en la sede del Ministerio del Interior?
A los socialistas les importa todo una mierda. Sí, exacto. Porque Abertxaro tiene bajo su hacha el melón de Sánchez Pérez–Castejón, bautizado como Pedro; y, con él, la legislatura. Esta legislatura tan larga —tras siete años, parece una eternidad— pende de los favores a delincuentes en diferentes grados: la pentaimputación de su esposa, María Begoña Gómez, y de su hermano David, alias David Azagra; el putero —presunto, como su exdiputado, secretario de Organización y camarada de partido, José Luis Ábalos—; el comisionista —su exdiputado, secretario de Organización y camarada de partido, Santos Cerdán—. Y ya veremos cuando se abra el cajón de sastre de la gestión de fondos europeos y la compra de material sanitario —mascarillas— de la época de la COVID-19. ¿Recuerdan la auditoría que iba a hacer el Gobierno cuando finalizara la pandemia? ¡Ni sabemos el número total de fallecidos por dicha gestión!
Octubre de 2025, casi noviembre. Abertxaro y sus secuaces se permiten darnos lecciones de «democracia» y buenas formas, mientras no se resuelven 379 asesinatos a manos de ETA. ¡Justicia! Esa es la petición de las víctimas de sus atentados terroristas desde hace 60 años. Si ya perdimos la justicia, ni les cuento la memoria —la chavalería desconoce quién fue Ernest Lluch o Miguel Ángel Blanco, cómo fueron asesinados ambos y por qué—; la dignidad —nos cae la mierda encima en cuanto Abertxaro y sus secuaces abren la boca, sea donde sea—; y la verdad, ni está ni se la espera —dejaron caducar la investigación para resolver los agujeros del atentado del 11-M, como los 379 asesinatos arriba mencionados—.
Y lo más jodido y asqueroso de todo esto, ¿saben qué es? El mando en plaza de la terrorista Abertxaro por la cobardía e indignidad de Pedro Sánchez Pérez–Castejón, y de sus antecesores en el cargo; de un lado y de otro.
No se olviden. ¿Lecciones de terroristas? ¡Ni una! Soy español: no sé rendirme.
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