Colabora
Emilio Campmany

El présbite impertinente

Sólo saldremos de ésta cuando nuestros compatriotas se convenzan de que, antes de ser gobernados por esta cuadrilla, quizá no sea mejor serlo por Gengis Kan, pero por Feijóo, desde luego que sí.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), conversa con el secretario general del Grupo Socialista en el Senado, Alfonso Gil (c). | EFE

Pedro Sánchez salió vivo del Senado porque no contestó a ninguna pregunta. Es verdad que aquí no podía estirarse ni salir por los cerros de Úbeda sin ser interrumpido, pero el modo de combatir la insistencia de los senadores en que contestara fue perseverar en no hacerlo. Valga como ejemplo el momento en el que un senador popular le preguntó por la sorprendente casualidad de que una de las empresas que utilizó la trama para el fraude de las mascarillas estuviera domiciliada en Elvas, teórico domicilio de su hermano. Para reducir la pregunta a una cuestión sencilla, el senador le preguntó que dónde vivía su hermano. Y el presidente no contestó. Ni siquiera se socorrió de un "no lo sé" porque, de hacerlo, habría mentido, ya que claro que lo sabía, puesto que se alojaba con él en La Moncloa.

Evidentemente, los interrogadores pecaron de bisoñez por exceso de educación, a pesar de que el ambiente fue relativamente bronco. Pero, en su disculpa hay que recordar la situación que padecemos. En cualquier otra, los medios habrían destacado, y los electores denostado, la mala crianza del compareciente y las evidentes carencias del sujeto para ostentar el elevado cargo que ocupa. Pero, son muchos los medios que reciben prebendas en forma de contratos de publicidad y muchos los periodistas que saben que disfrutan de un sueldo gracias a esos contratos. También son muchos los empresarios que reciben subvenciones ordenadas por el compareciente como son muchísimos los electores que, o bien reciben alguna clase de falsa limosna del Gobierno, o creen que cualquier cosa, incluso esto, es mejor a que mande la derecha. A todos ellos les da igual que el partido en el Gobierno haya estado en manos de dos comisionistas, que en él se pagaran en metálico cuantiosos gastos sin apenas justificar a un portero de puticlubs que luego repartía el numerario entre vaya usted a saber quién. Como no les importa que el presidente dedique nuestro servicio exterior a defender intereses particulares, que parasite el Tribunal Constitucional para que sentencie que es conforme con la carta magna lo que a todas luces no lo es, que colonice la Televisión Española para que anuncie que no hay delito donde es palmario que lo hay o que someta a la Fiscalía para que no persiga los que comete su familia. A todos esos a los que esto les parece muy bien, ¿cómo les va a incomodar que el jefe de la banda sea un gañán, un mal educado, insolente, deslenguado y arrogante? Los interrogadores y el presidente de la comisión pudieron rebajarse a su altura, pero no lo hicieron porque sus electores no les habrían perdonado la grosería. En consecuencia, el compareciente abusó de que él y los suyos pueden cometer impunemente cualquier falta y los demás tener que avergonzarse por mucho menos de los que ellos perpetran. Se vio el miércoles en el bodrio de Valencia y se vio el jueves en el Senado. Sólo saldremos de ésta cuando nuestros compatriotas se convenzan de que, antes de ser gobernados por esta cuadrilla, quizá no sea mejor serlo por Gengis Kan, pero por Feijóo, desde luego que sí. Aunque el gallego no sea Churchill.

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