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Anna Grau

Negacionismo

Cuando una feminista histórica como Lidia Falcón puede ser excomulgada y hasta tildada de facha, mientras se deja el mando de la nave a las Irene Montero, las Ione Belarra o las Rita Maestre, poco nos pasa a las mujeres

A ver si lo entiendo: una buena mujer feminista no puede ser de derechas ni votarla porque la derecha es "negacionista de la violencia machista". Por eso una buena mujer feminista sólo puede votar a la izquierda. Pero, ¿qué pasa si la izquierda lo que niega es el feminismo mismo?

En todos los partidos cuecen habas porque son espacios de poder y en todas las posiciones de poder hay abusadores, delincuentes sexuales y hasta puros y duros cerdos. Ante eso, una buena mujer feminista puede hacer dos cosas: callar y tapar, o plantar cara. Esto último tiene mucho peligro. La que lo hace se enfrenta a complejos conflictos de intereses y hasta de lealtades. A la presión para cerrar filas con los "compañeros" ideológicos. Incluso con alguna "compañera" que no le hace ascos a escalar posiciones siguiendo las viejas tácticas del harén, por muchas lecciones de igualdad que vaya dando luego.

Una de las pocas feministas insobornables y de piedra picada que yo he conocido -solía invitarme a comer para regañarme por estar yo a favor de la gestación subrogada o de regular la prostitución, más que de abolirla…-, Lidia Falcón, fue fulminantemente expulsada de Izquierda Unida primero, y de la izquierda en general después, por oponerse a una ley trans que, tal y como está planteada, muchos y muchas pensamos que es un verdadero desatino.

Cuando una feminista histórica como Lidia Falcón puede ser excomulgada y hasta tildada de facha, mientras se deja el mando de la nave a las Irene Montero, las Ione Belarra o las Rita Maestre, poco nos pasa a las mujeres. A todas. ¿A lo mejor lo que secretamente pretendían con tanta ley trans es dejar una puerta abierta para que todas las mujeres que no les voten cambien raudas de género?

Si el feminismo de izquierdas es el que hemos visto en acción últimamente, apaga y vámonos. Pero incluso si no les hubiesen pillado a unos con el carrito del helado y a otros con la mano en la bragueta: ¿cómo pueden pretender tener en monopolio y en propiedad todo el voto femenino? Así, en bloque, por decreto, porque ellos creen que lo valen. Estamos peor que cuando Victoria Kent acusaba a Clara Campoamor de "abrir camino a la derecha" por defender el sufragio de las mujeres.

¿Qué pasa, que si una mujer vota a la derecha, le van a quitar puntos del carnet? ¿La van a invisibilizar o incluso a cancelar, la van a mandar a reeducar a una granja? O en el feminismo cabemos todas, de todas las ideologías, o no cabe ninguna. Lo primero que habría que reconocer de una vez es eso. Y lo segundo, que las mujeres no somos ni el juguete, ni la mascota, ni la sumisa de ningún partido de ningún color. Votamos una por una, no en fila india ni como robots. Tampoco deberíamos ser la excusa para que según qué activistas y entidades hagan su agosto acaparando subvenciones para darnos el coñazo todo el día, llevarnos de la nariz al 8M, fiscalizar inquisitorialmente nuestra vida privada y hacernos creer que luchan contra la violencia machista cuando en realidad nos toman el pelo. Para violencia machista, la que no me deja ser mujer como a mí me da la gana. Y decirlo.

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