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EDITORIAL

Cuidado con el voto por correo

Si Sánchez y sus secuaces no manipulan las elecciones no será porque como demócratas lo consideren inadmisible o por un rechazo natural a delinquir: será porque no puedan.

En España la infraestructura y la organización para celebrar elecciones es de muy alta calidad, se trata de un sistema bien ordenado y muy eficaz que permite lo que en otros países incluso muy avanzados es hoy por hoy una utopía: la misma noche electoral y solo unas horas después de cerradas las urnas sabemos el resultado real de los comicios con un margen de duda habitualmente insignificante: algún diputado que puede bailar por el voto exterior y ya está.

Del mismo modo, hay sistemas previstos para evitar el fraude electoral y son eficaces: la presencia de interventores, los depósitos en los que se guardan las papeletas… Sin embargo, hay un punto débil del sistema: el voto por correo.

Lo ocurrido en Extremadura es preocupante: a las irregularidades ya denunciadas en la documentación recibida por algunos ciudadanos, que serían de por sí un escándalo mayúsculo, se une el robo de una caja fuerte en la que se guardaban votos de una localidad. El PP y su candidata extremeña han levantado, y con razón, la voz de alarma sobre la cuestión.

Es cierto que por lo que respecta a los votos robados, la Guardia Civil ha encontrado la caja fuerte y que, en principio, se ha atribuido el hecho a delincuentes comunes, aunque obviamente queda mucho por investigar. También lo es que los afectados podrán volver a votar, pero también lo es que si las alarmas han saltado es porque hay buenas razones para ello: para empezar porque ya ha habido casos de algunas elecciones que se están investigando y para seguir por 'casualidades' como la presencia de la presunta delincuente Leire Díez en la empresa pública Correos, de la que fue directiva varios años.

Pero sobre todo, porque cuando un presidente del Gobierno ha hecho las cosas que está haciendo Sánchez, cuando un Consejo de Ministros se ha comportado con unos estándares éticos y democráticos propios de una dictadura bananera, cuando la corrupción, la prostitución y el acoso sexual son el pan de cada día en los más altos niveles del Ejecutivo y del PSOE, podemos estar seguros de que esa banda no tendría el más mínimo reparo en manipular las elecciones, algo que no olvidemos que el PSOE ya ha hecho al menos una vez: en febrero de 1936, y que el propio Pedro Sánchez intentó, no lo olvidemos, en el recordado Comité Federal en el que fue destituido, todo sin mencionar las múltiples sospechas que ya han despertado, desde el propio Partido Socialista, sobre las primarias de 2017.

En definitiva: si Sánchez y sus secuaces no manipulan las próximas elecciones no será porque como demócratas lo consideren inadmisible o porque tengan un rechazo natural a delinquir: será porque no puedan.

En estas circunstancias, el voto por correo es el eslabón más débil de la cadena, debemos estar alerta –especialmente los dos partidos de la oposición– y quizá como ciudadanos pensar si no es mejor, llegado el momento, volver a la urna de toda la vida.

Y además, en lugar de caer en el desánimo estas sospechas deben ser un incentivo más para llevarnos a todos a votar, en Extremadura, en Aragón, en todas las demás autonómicas que se convoquen y en las elecciones generales cuando lleguen. Que cada vez que los ciudadanos seamos llamados a votar tenemos que ahogar cualquier intento de fraude en un auténtico tsunami de votos contra la corrupción y la inmoralidad de los Sánchez, los Ábalos, los Cerdán, los Koldos y los Salazar que han convertido España en un patio de monipodio socialista.

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