Sesenta por ciento
No puedo imaginar que, en este momento de la historia de España, PP y Vox vayan a dilapidar el capital político esperanzador que los extremeños
No se sabe si por una extraña añoranza del sistema sexagesimal, la relevancia del sesenta por ciento, de lo que sea, es curiosa. Por ejemplo, se ha estudiado que los cánticos corales sofocleos se cantan con la escena vacía en la proporción del sesenta por ciento. Manolo Pimentel, en uno de sus libros, afirma, a través de un personaje, que hay zombies, turistas y caminantes y que la proporción de muertos vivientes – que siguen a la masa, sin personalidad propia -, es del ¡sesenta por ciento!
El crítico de cine, economista y narrador, José Manuel Cruz, en su novela Casandra encadenada, de su trilogía El Enclave, describe cómo un candidato electoral que había obtenido precisamente el sesenta por ciento de los votos disfrutaba frente a la televisión al degustar el discurso de los perdedores. Extraño poder hipnótico el de los números y muy especialmente el de esta proporción, el sesenta por ciento.
Y sí, para abundar en esta magia numérica, ha sido el sesenta por ciento la suma de los votos de PP y Vox en las recién celebradas elecciones extremeñas. Si se añade al 43,18 por ciento obtenido por el PP el 16,9 logrado por Vox se sobrepasa, aunque por muy poco, el 60 por ciento, resultado que supera los mejores porcentajes de victoria del PSOE tanto en Extremadura como en Andalucía y España.
En 1991, el PSOE extremeño obtuvo nada menos que el 54,2 por ciento de los votos emitidos. En Andalucía, en 1982 logró un 52,6 por ciento, el máximo de su historia. En España el mejor resultado jamás obtenido por partido alguno fue el del PSOE en 1982, año en el que consiguió el 48,1 por ciento de los votos y 202 escaños. El PP de Rajoy, en 2011, obtuvo su mejor resultado cuando no existía Vox: un 44,6 por ciento y 186 diputados.
En nuestro caso, lo trascendente es la legitimidad política y moral que se deriva de ese resultado por cuanto certifica que responde a la voluntad de una mayoría indiscutible de los ciudadanos. En 1982, con un resultado mucho menor, el PSOE de Felipe González se consideró legitimado para aprobar leyes decisivas para el futuro de España y, de hecho, se aplicó a ello con contundencia.
Recuerden que en esos cuatro años se pusieron en marcha la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE, 1985), la Ley del Aborto (1985), la Reforma del Código Penal (1983-1985), la Ley de Incompatibilidades del Personal al Servicio de las Administraciones Públicas (1984), la Reforma fiscal y creación del IRPF moderno, la Ley General de Sanidad (1986), la Reforma del Ejército y subordinación al poder civil y la Ley Orgánica del Poder Judicial, además de formalizarse el ingreso de España en la Comunidad Europea (1986).
Ahora que PP y Vox han superado conjuntamente el 60 por cientos de los votos extremeños, ¿quién se atreverá a dudar de su derecho a proponer y aprobar las reformas necesarias para que la marcha y el futuro de la región se ajuste a la mayoritaria voluntad de los votantes teniendo en cuenta, claro está, el respeto debido a las minorías que han sido desautorizadas por las urnas?
Además de otros considerandos, lo ocurrido en Extremadura constituye una extraordinaria oportunidad, diríamos que histórica, por cuanto la suma de los escaños obtenidos por uno y otro, que son 40 (de un total de 65), supera los 3/5 necesarios de una potente mayoría cualificada.
Esta mayoría, además de elegir la presidencia y el consejo de Gobierno, puede, si quiere, aprobar uno tras otro los presupuesto anuales y gobernar cuatro años sin más problemas que los causados ellos mismos, por su gestión y su alianza. Podrán aprobar, si quieren, leyes de Educación, de Sanidad, de Vivienda, de Medio Ambiente y Territorio, Agricultura y Mundo rural, entre otras, y podrán derogar leyes autonómicas no ajustadas a la visión compartida de la nueva mayoría. Esto es, tienen un amplio margen de maniobra y un altísimo nivel de legitimidad.
De acertar y formalizarse una alianza coaligada de gobierno, cabría la esperanza de alcanzar resultados parecidos en Aragón, Castilla y León , Andalucía y otras regiones y superar con creces el 50 por ciento de los votos en más de 40 provincias en unas próximas elecciones generales, lo que podría resultar en una mayoría cuyos escaños podrían r más allá de los 202 logrados por el PSOE en 1982.
Repasen lo que el PSOE legisló desde 1982 y qué podría hacerse desde la legitimidad democrática obtenida por un resultado cercano al sesenta por ciento en el conjunto de España. De superarse el listón de los 3/5, los 210 escaños necesarios para una mayoría cualificada, podría reformarse en profundidad mucho de lo que va mal en la democracia española. (De obtenerse el 60 por ciento del voto nacional entre PP y Vox, al modo extremeño, se estaría cerca de la mayoría supercualificada de 2/3, la necesaria para reformas de gran calado).
No puedo imaginar, aunque uno ya esté curado de espanto, que, en este momento de la historia de España, PP y Vox vayan a dilapidar el capital político esperanzador que los extremeños, en buena medida por españoles, han depositado en ellos. De consumar tamaña irresponsabilidad, desanimarán a los electores en comicios futuros, tanto autonómicos como generales, en los que se juega la prolongación o la demolición de un régimen corrupto y destructor de la nación y la continuidad constitucional.
Si lo perpetraren ante estos muros de la patria nuestra si un tiempo fuertes ya desmoronados, que Satanás se lo demande, como exigía Quevedo.
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