Resumen del año con rima
Sánchez tiene virtudes. Supongo. No sé. Pero la coherencia no es una de ellas.
Supongo que empecé bien el año 2025 porque no recuerdo nada después de la fiesta de Nochevieja a la que me invitaron –"tomaremos una copita y nos vamos a dormir"– y la laguna se me extiende hasta el inicio de las conmemoraciones por el 50 aniversario de Franco. Parece difícil entender que el gobierno más izquierdista se sienta tan traído por su figura, pero no lo es tanto si consideras que el gobierno más feminista también batió el récord mundial de suelta de violadores. Sánchez tiene virtudes. Supongo. No sé. Pero la coherencia no es una de ellas.
En febrero Trump sufrió semejante pico de hiperactividad que apenas hubo sitio en los periódicos para contar nada que ocurriera más allá de los muros de la Casa Blanca, de modo que en España no hubo noticias. Sí, bueno, Aldama dijo que estaba enfadado, y Jessica acudió al Supremo a decir que no sabía nada de nada. Lo normal.
Marzo, que llegó con un eclipse solar, se puso divertido pronto, porque conocimos nuevos detalles sobre el caso del "hermanísimo", además de adentrarnos ya sin retorno en las procelosas aguas del tren de vida inferior de Ábalos, conociendo incluso más cosas de las que necesitábamos saber. Por lo demás, la televisión pública se quitó la careta, y La Moncloa, en pleno pánico post-UCOátrico, mandó a TVE hundir a Isabel Díaz Ayuso por tierra, mar y aire. Y por tierra, mar y aire fracasaron. Hay dos cosas que a Sánchez siempre le salen mal, y aun así vuelve a intentarlas: pasear a Franco y acabar con Ayuso.
En abril, con la corrupción desbordando alcantarillas, el Gobierno nos castigó sin luz, después de semanas intentándolo con pasión, y desoyendo las voces de esos expertos a los que solo escuchan cuando se trata de encerrarnos. Con el apagón, en el bar de abajo iban a perderse cientos de cervezas y los vecinos, consternados ante tal posibilidad y comprometidos siempre con las causas solidarias, nos reunimos hasta bien entrada la noche, haciendo un esfuerzo sobrehumano, para que no se perdiera ninguna. Los españoles siempre se unen en los momentos difíciles.
En mayo llegó Xabi Alonso al Real Madrid y no haré ningún comentario. Por lo demás, ya no quedaban palomitas de maíz en toda España, entre filtraciones y exclusivas. En ese clima, Santos Cerdán decidió jugar a ser tan chulo como su jefe y dijo: "cuando salga ese supuesto informe de la UCO lo desmontamos uno a uno". Un mes después lo que desmontaba era el catre en la celda de Soto del Real para ventilarlo cada mañana después de levantarse.
En junio, la tensión informativa y social era tal que se nos pasó volando sin tiempo de hacer lo único importante que tiene que hacer un español cuando se acerca el verano, que es darse a las terrazas. Entretanto, el móvil de Leire Diez se llenó de mensajes de ciudadanos con problemas en las cañerías, y la muchacha dio la rueda de prensa que peor ha envejecido de la historia. Ábalos, por su parte, salió hecho un basilisco, rompiendo su silencio sobre tantas acusaciones, porque entre la larga lista de sobrinas se le adjudicó una sartén que tenía mango, y eso sí que no. España.
En julio, Sánchez anunció un plan con 15 medidas contra la corrupción y le sobraban 14, solo una era necesaria: dimitir. A propósito, una de ellas era la creación de una agencia de integridad pública, de la que nada hemos sabido desde entonces, lo que me hace sospechar que tendrá al frente a un David Azagra cualquiera, de esos que no saben dónde está el despacho en el que trabajan.
En agosto nos fuimos a la playa resignados, porque casi toda España estaba convencida de que Sánchez no iba a resistir y ahí estaba el tipo, reformando otra vez La Mareta. Al presidente le fueron propicias las jornadas de piscina y contemplación porque, tras haber dedicado un curso a amordazar a los medios, y después de haber agitado la memoria de Franco durante meses, sin éxito, decidió desatar la campaña más brutal contra los jueces que se recuerda en democracia.
En octubre la única noticia reseñable es que Sánchez se puso unas gafas para comparecer en el Senado, con la idea de que habláramos de las gafas y no de lo que dijo. Y hablamos de las gafas.
En noviembre La Traviata de Koldo y Ábalos empezó a sonar con precisión, tan pronto como fueron sometidos a la infalible terapia de cruzar el umbral de Soto del Real. La noticia más importante para la prensa progresista fue que el exministro ronca y no deja descansar a Koldo. Para la gente normal fue que todos los integrantes del Peugeot menos uno habían dado con sus huesos en la cárcel, y que de postre, el Supremo había condenado al Fiscal General del Estado.
Y en diciembre lo más relevante fueron las elecciones en Extremadura, una histórica patada en el trasero a Sánchez y sus socios. El chico ha hundido al PSOE para siempre y es algo que, el día de mañana, en algún vis a vis, deberíamos ir a agradecérselo en persona.
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