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CINE

La utopía de internet y el ecologismo serán nuestra tumba

En su Carta VII, Platón nos advertía contra el uso de la escritura, recién inventada como quien dice en el siglo V a.C., porque nos volvía estúpidos, nos hacía perder la memoria y nos convertía en zombis intelectuales. Pero él mismo no paró de escribir... De lo que podemos inferir que consideraba que la escritura hacía más tontos a los más tontos pero que a los sabios como él los volvía más inteligentes aún.


	En su Carta VII, Platón nos advertía contra el uso de la escritura, recién inventada como quien dice en el siglo V a.C., porque nos volvía estúpidos, nos hacía perder la memoria y nos convertía en zombis intelectuales. Pero él mismo no paró de escribir... De lo que podemos inferir que consideraba que la escritura hacía más tontos a los más tontos pero que a los sabios como él los volvía más inteligentes aún.

Lo mismo podríamos sospechar del fenómeno de internet que estaría haciendo nuestros cerebros papilla según defiende Nicholas Carr, primero en un artículo titulado ¿Google nos vuelve estúpidos? y posteriormente en el libro, recientemente comentado por Vargas Llosa en El País, Superficiales: qué está haciendo internet a nuestros cerebros. Los argumentos de Carr son las típicas jeremiadas, adobadas de divulgación científica, contra cualquier innovación que ponga en cuestión el statu quo. Todo empezó con Platón y se ha venido repitiendo hasta llegar a internet pasando por los coches, que nos volverían locos en cuanto pasásemos de los treinta kilómetros por hora, o la televisión que acabaría ella solita con la democracia liberal.

Sin embargo, All Watched Over by Machines of Loving Grace, el documental que acaba de estrenar Adam Curtis en la BBC, también contiene una diatriba contra la burbuja ideológica asociada al fenómeno de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) pero su argumentación está mucho mejor trabada además de ser un espectáculo cinematográfico de primer nivel. Dividido en tres segmentos de una hora de duración cada uno –Love and Power, The use and abuse of vegetational concepts y The Monkey in the Machine and the Machine in the Monkey– va de cabeza a mi top ten cinematográfico del año.

De hecho, junto a Werner Herzog, Adam Curtis representa la culminación del cine de ensayo, la capacidad de pensar apoyándose en un juego dialéctico entre palabras, música e imágenes. Y es que el cine sonoro se hizo para que se escuchase la risa de la Garbo, el silencio (Bresson dixit) y también la retórica imparable de Curtis que atrapa la mirada mediante un montaje deliberadamente hipnótico, jugando con el contrapunto, el subrayado y la alusión.

Como en sus anteriores documentales, Curtis sigue escarbando en los fundamentos ideológicos de nuestra crisis global siguiendo la advertencia de Keynes de que tras cualquier acción de un político se encuentra alguna tesis sostenida por un intelectual años o siglos atrás. Usando la arqueología de los conceptos como método de aclaración del presente, el documentalista británico realiza una genealogía de los "memes" que han configurado nuestra manera de contemplar y comprender el mundo, la mayor parte de las veces de una manera inconsciente. En este caso, la "desconocida" raíz común de la actual crisis económica, política y social que está hundiendo el sistema democrático-capitalista ante nuestras estupefactas narices se encontraría en la confluencia de cuatro ideas esenciales:

1. La filosofía de Ayn Rand según la cual todo el mundo podría llegar a ser un individuo heroico y el caso paradigmático representado en Greenspan como el cerebro de la Reserva Federal.

2. La utopía cibernética de Norbert Wiener de redes de ordenadores de los que emergería un orden sin control central ni jerarquías de poder

3. La noción ecologista de Tansley y Forrester de que la naturaleza se autoestabiliza y tiende al equilibrio

4. El paradigma sociobiológico de Dawkins y Wilson que consideraría que los seres humanos somos máquinas biológicas controladas por nuestros genes

Esas cuatro tesis se habrían combinado contra el ideal ilustrado de que los seres humanos somos en alguna medida diferentes al resto de la naturaleza, por una parte, y que podemos controlar nuestro propio destino, por otra. De estas dos creencias, los ilustrados habrían realizado una cartografía lúcida y compleja del poder político y de las jerarquías y límites que dicho poder habría de tener para alcanzar un orden dinámico, evolutivo e inestable en el que el poder estuviese limitado, domado y controlado. Por el contrario, el paradigma cibernético implicaría una mutación anti-autoritaria tanto de la democracia como de la economía de mercado. Pero según Curtis, esta mutación libertaria de izquierdas, que habría influido tanto en la irrupción de las comunas basadas en el amor libre hasta los movimientos ecologistas contra la tecnocracia apocalíptica del Club de Roma, habría fracasado rotundamente por su ingenuidad emocional y su primitivismo conceptual, que les habría conducido, paradójicamente, a mayores dosis de autoritarismo y miedo al no haber sabido comprender y canalizar la micro y la macro política del poder. De hecho, habría sido la élite financiera de Wall Street, por un lado, que habría secuestrado al poder político en Washington aprovechando la debilidad intelectual y sexual de Clinton (en una tesis que emparenta con la sostenida por Inside Job) y la élite política del Politburó chino las que estarían enfrentándose bajo cuerda por el poder mundial.

El título del documental está extraído de un poema de Richard Brautigan en el que se puede leer (o escuchar en la versión original leído por el autor en un extracto del documental): "... un remanso cibernético/donde mamíferos y computadoras/viven juntos...".

Esta utopía ecolo-cibernética en la que máquinas y seres vivos viviríamos conjuntamente significaba equiparar al ser humano como un ser vivo más y contemplar a los seres vivos como máquinas sin más. Todos ellos –seres humanos, el resto de seres vivos y las computadoras–, simples nodos de una red que tanto en su dimensión cibernética, internet, como desde la perspectiva vital, el plantea Gaia, serían capaces de autodirigirse en un equilibrio estable y permanente. A la postre, la Humanidad habría alcanzado el Nirvana (tecnológico) y el Fin de la Historia (Natural).

Esta visión del mundo, critica Curtis, ingenieril y mecanicista, peca de ingenuidad y simplismo y distorsiona el hecho de que vivimos en un mundo básicamente impredecible, en el que la creatividad emerge por las costuras y los intersticios del statu quo. Como diría Popper, esta utopía ecolo-cibernética que se habría cimentado sobre los cuatro pilares mencionados, Rand-Wiener-Tansley-Dawking, incurre en la miseria del historicismo, la creencia de que la realidad social se puede planificar y controlar desde un conocimiento determinista de la historia y de los seres humanos aunque en este caso sometidos a una especie de piloto automático diseñado por los ingenieros ecologistas.

La técnica cinematográfica de Curtis consiste en someter al espectador a un bombardeo vertiginoso de imágenes (en forma de metraje descartado, entrevistas, informativos...), datos, nombres, sobreimpresiones, canciones (aquí compiladas)... al que aconsejo abandonarse en un primer visionado. A continuación será el momento de, armados de papel, bolígrafo y una conexión a Internet, comenzar a navegar por sus tesis, separando el grano de los hechos de la paja mental a la que Curtis también es proclive, a veces rozando la paranoia crítica. Mientras veía el documental, me llegaban los ecos de los indignados del 15-M enfrentándose a los guardianes del poder legítimo en las calles pidiendo más democracia directa en un movimiento popular espontáneo, desvertebrado y utópico. En una próxima edición, Curtis podría emplear esas imágenes de Sol y la Gran Vía madrileña para acompañar a las que emplea de otros pasados movimientos de "indignados" en Ucrania y Georgia que, señala, contribuyeron inconsciente pero efectivamente a hundir a sus países por el despeñadero de la falta de libertades y la crisis económica. Tras la debacle, nos quedará el triste consuelo del "ya os lo dije".

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