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Andrés Freire

¿Aliados o vasallos?

No ha caído nada bien en Washington la actitud del gobierno alemán en la crisis de Irak. Los insultos de Rumsfeld y los suyos se suceden, mientras los alemanes, asustados de su propia osadía, tratan como sea de limitar daños. No les será fácil. Según el diario Observer, Donald Rumsfeld ha ordenado al Pentágono que prepare planes para castigar la “traición” germana. La idea es hacer de este país un ejemplo para que a ningún otro aliado se le ocurra en un futuro plantar cara a Estados Unidos. El plan incluye la retirada de Alemania de los soldados americanos, y la ruptura de los contratos de colaboración en el campo armamentístico. William Pfaff, el conocido comentarista del IHT, nos confirma el dato. Rumsfeld quiere la cabeza de Schroeder, y busca un cambio de régimen en Alemania.

El mencionado proyecto corrobora ciertas tendencias en la política exterior de Estados Unidos. En primer lugar, la creciente irrelevancia de la secretaría de estado ante el poderío del Pentágono. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que el primero de esos ministerios maneja 30.000 millones de dólares, mientras que el presupuesto del Pentágono está cerca de los 400.000. El enfoque político de ambas burocracias es muy distinto, y la secretaría de estado se ha mostrado “horrorizada” al enterarse de la mencionada decisión de Rumsfeld.

El plan del Pentágono muestra, además, otra querencia preocupante: Estados Unidos sólo ataca allí donde sabe que no va a encontrar resistencia. En la crisis, la actitud de Alemania se debe al oportunismo y la ineptitud de sus actuales gobernantes, mientras que Francia actúa con la indisimulada voluntad de socavar el poder americano en Europa. Los atacados, sin embargo, son los germanos, hoy mucho más frágiles, débiles e inseguros. Algo parecido ocurre en Oriente Medio, donde se amenaza a Irak antes que a Irán, a pesar de que el desafío estratégico de este último es de mayor importancia y duración.

El problema de fondo, claramente discernible durante los últimos meses, es que al espíritu de los americanos le cuesta admitir actualmente las relaciones de alianza. Hoy sólo aceptan “vasallos” a los que aplican la doctrina clásica del “Protego, ergo obligo”. No otro que Zbigniew Brzezinski, el principal teórico de la hegemonía americana, acaba de advertir que algunos líderes americanos confunden los modos de la OTAN con los del Pacto de Varsovia.

La frase del día parece ser la de “alianza incondicional”, aunque la incondicionalidad sólo es pertinente para uno de los bandos. No olvidemos el preclaro ejemplo de la guerra de las Malvinas, cuando Estados Unidos rechazó apoyar al Reino Unido, su aliado especial, y presionó a británicos y a argentinos para que llegaran a un acuerdo. (Cuenta la Thatcher en sus memorias la angustiosa reunión del gabinete en la que se discutía la propuesta definitiva del mediador Alexander Haig, que ella consideraba una inaceptable conditional surrender (rendición condicional). Su rechazo hubiera supuesto la hostilidad americana, que no deseaban elegir entre Reino Unido y Argentina. La solución la encontró el ministro de defensa: Que respondan antes los militares argentinos, son tan tontos que la van a rechazar. Así ocurrió, y a partir de entonces, sólo a partir de entonces, Estados Unidos apoyó a los británicos).

En conclusión, quienes no somos ni pro ni antiamericanos, sólo proespañoles, hemos de tomar nota de la ambivalencia de nuestros señores protectores. Hasta ahora, hemos estado en el lado bueno del Imperio y la alianza ha sido provechosa. Pero no hay razones para esperar que esto sea siempre así.

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