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Andrés Freire

Consecuencias del galaico-populismo

Hace un tiempo, conversaba con una prometedora joven que ocupa cargos en el Partido Popular de Galicia. Esa mala boca mía me indujo entonces a comentarle que “ya era hora de que se libraran de esa basura de la normalización lingüística”. Dio ella un ligero respingo, sorprendida sin duda de que alguien aún pensara así. Y me sonrió entre atónita e irónica, mientras meneaba su cabeza. Mi comentario no merecía otra respuesta.

No intenté, por supuesto, explicarle que intelectualmente la normalización lingüística es una filfa que insulta la inteligencia de cualquier persona medianamente ilustrada. Que lo que llaman “normalización” es un asombroso pero inútil experimento de ingeniería social. Que esa extravagancia representa un pesado lastre para el futuro de Galicia. Que la formación del espíritu nacional es una estúpida idea del siglo XIX que, aplicada en el XXI, deviene en parodia (si antes la España de charanga y pandereta, ahora la Galicia de gaita y conselleiro). La explicación hubiera sido, me imagino, un esfuerzo vano. La joven era un embrión de la nueva derecha, cómoda con el centro reformista y la España plural, sea lo que sea lo que esto signifique.

Esa conversación me viene a la mente cuando pienso en la alegría e inconsciencia con la que el PPdeG ha jugado estos años a ser nacionalista. Ha abrazado las banderas, ha entonado los himnos y ha seguido una política no muy diferente a la del PNV y CiU. Por ello, cuando se alertaba del peligro del BNG, los gallegos informados nos decíamos “para qué temer al Bloque, si tenemos al PP”. Ha sido este partido el que ha convertido el galaico-populismo, una forma suave de nacionalismo, en la ideología oficial de la autonomía gallega. De ahí que haya sido implantada en colegios, universidades y medios culturales. Huelga decir que todos esos ámbitos están hoy controlados por sectores afines al BNG.

Es famosa la frase de Lenin en la que ironizaba sobre los capitalistas que venderían la soga con la que les iban a ahorcar. El PP de Galicia ha hecho algo parecido, y ha alentado en sus leyes y en sus libros de texto el poder de los que les quieren destruir. Hoy los muchachos educados en el nacionalismo son mayores de edad, y lideran las manifestaciones de repulsa contra el PP, ya sea con motivo de nuevas leyes de educación (en la facultad de Historia en Santiago, un cartel de protesta manifestaba que Isto non é Osfor, isto non é Jarvar), ya sea a causa del Prestige.

La caída de Cuiña señala el declive del sueño galleguista del PPdeG, que ahora ha de volver al redil nacional acuciado por la debacle del Prestige y la vejez de Fraga. El mal, sin embargo, está hecho: el BNG es ahora mismo el primer partido entre la juventud de Galicia. Los muchachos autóctonos siguen sin hablar en gallego, pero ahora saben que la culpa la tiene Franco, que prohibió el idioma. ¿O fueron los Reyes Católicos? Tendré que preguntarle a la prometedora joven del PP. Me da la impresión que es de las que se han creído esas bobadas.

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