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Antonio Escohotado

Otra vez la justicia

Brillos y sombras en un trepidante empate en Mestalla.

Brillos y sombras en un trepidante empate en Mestalla.
Courtois remate el saque de esquina. | EFE

Está tremendo el Valencia, y el Real no tiene un genio de la intuición defensiva y ofensiva como Parejo, que aguanta 80 minutos cuando sus equivalentes madridistas apenas superan la mitad del tiempo. Ya Di Stéfano advirtió que era el único canterano parecido a él, y no acabo de entender que los seleccionadores le olviden tan sistemáticamente. Cuando Parejo carbura como de costumbre, su equipo junta a Casemiro con Kroos disponiendo al tiempo de un hombre más, y el resultado de esta noche lo confirma, pues uno por uno los jugadores del Real son superiores; pero el hombretón de los ojos caídos tiene un duende capaz de equilibrarlo, y cuando no le cuela una falta a Oblak por la escuadra anula el penúltimo pase del contrario en su mejor jugada.

Ir anotando jugador por jugador cuatro factores -presencia en el juego, regates completados o fallados, pases correctos e incorrectos, y "melones"–, entendiendo por esto último toques que empeoran en vez de mejorar cada posesión, me sugiere que ni la falta de presencia ni la abundancia de melones pueden atribuirse básicamente al poco rodado Nacho. Tristón desde su ya antigua lesión en Canarias, donde pareció adivinar la gravedad del percance, no hemos vuelto a topar con un futbolista grandioso precisamente por la humildad con la cual defendía y atacaba, permitiéndose lo mismo eximios logros de ariete que la evitación de goles hechos en otro caso. Es de esperar que nada le impida reverdecer aquellos laureles.

El folio y las cruces en cada columna apuntan más bien a que Isco se quedó sin gasolina hacia el minuto 28, cuando tanto él como Carvajal acumulaban ya suficientes imprecisiones para desmoralizar al resto. Carvajal bulle mucho, acercándose con frecuencia a posiciones de delantero, aunque lleva tiempo sin recordar al de 2016 y 2017, y empieza a ser tópico verle malbaratar un ataque que genera la entrada más o menos letal del contrario por su banda. Rodrygo tampoco brilló como otras noches, porque quien tiene boca se equivoca, y solo objetaría la decisión de sustituir a ambos por tardía. Quizá con más minutos Bale y Vinicius hubiesen evitado el gol de Soler; pero eso es entrar en la dimensión del futurible, y también pareció oportuno dar entrada a Jovic por un apagado Modric.

Nada que objetar al resto, donde por momentos brilló Benzema como una nova, retrocediendo unas veces para tornarse invisible, y empujando otras como punta. Cuando lo primero le permitió cabecear un buen centro, y la pelota no encontró puerta, estaba escrito de alguna manera que antes o después el Valencia se recobraría. Del arreón final solo me decepcionó Bale, un superclase quizá más preocupado por la alopecia que por la puntería, cuyo último tiro libre no enviado a las nubes o al muñeco con la elástica merengue ocurrió en agosto de 2015. Entretanto Cristiano se hartaría de fallar pero metió 28 goles, y algo me dice que el galés –decisivo en tres orejonas y una copa española- no continuará provocando la admiración y desesperación del espectador la próxima temporada. Su flema septentrional no acaba de casar con los climas morales del Madrid, sin perjuicio de que haya sido glorioso en momentos puntuales. Mirándolo con distancia, es un gran éxito para quien destacó como zaguero en el Tottenham hacerse con un palmarés parecido al suyo, sobre todo cuando está a tiempo de enseñar al fútbol británico lo aprendido entre latinos, y recobrar allí el status de estrella.

Capítulo aparte exige Courtois, asistente indirecto del empate y valladar infranqueable cuando la jugada dependió de agigantarse ante el uno contra uno, o estar tranquilamente en su sitio. Gran tipo, este espigado varón.

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