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Liga

Antonio Escohotado

No olvidemos a Isco

El malagueño se echó a su equipo a la espalda en el difícil campo de El Sadar. Zidane nunca dejó de confiar en él.

El malagueño se echó a su equipo a la espalda en el difícil campo de El Sadar. Zidane nunca dejó de confiar en él.
Isco lució ante Osasuna | EFE

Tardó un buen rato reaparecer el equipo coral, que no en vano lidera la Liga; pero tras 20 minutos de hacer el zángano, con un Bale desastroso, el acordeón empezó a sonar y poco a poco regresó al césped el Real previo al desliz del miércoles, que juega al "ven a presionarme" porque sabe parar, tocar y mandar. Valverde desapareció toda la primera parte, Benzema poco menos –sobre todo cuando teniendo al portero del rival en el borde del área propia optó por tirar en vez de pasarla-, y el esforzado Osasuna se adelantó merecidamente en el marcador, mientras el resto de los blancos trataba de recuperar la tónica habitual.

Nada que objetar a lo ocurrido luego, que terminó en goleada y sigue metiéndole nervios al Barça, amenazado ahora también por el admirable desempeño del Getafe, un equipo que ha acabado jugando al "presióname" partiendo de recursos humildísimos, y que si lograra terminar entre los cuatro primeros podría fichar a los dos o tres grandes jugadores requeridos para emular la gesta del Atlético estos últimos años. Sin perjuicio de que todos los clubs aspiren a cosa análoga, la solidaridad, el estado de forma y el brío forman una tríada tan intangible como forzosa para sobresalir de verdad, pendiente también de que aparezca un míster capaz de desterrar la desidia y los celos en cada vestuario.

Zidane lo ha conseguido, aunque me tenga enfurruñado con la ocurrencia de juntar a James con Marcelo y Areola el otro día, dejando así escapar la Copa, cuando el empacho de Orejonas tenía embotados a tantos, y quizá vuelva a reverdecer sus laureles en otras competiciones. Tampoco me pareció prudente prolongar 68 minutos la sustitución del galés, otrora un centauro imparable y estos últimos tiempos un desganado sin velocidad ni puntería, torpe hasta para dirigir a puerta un cabezazo de los fáciles. Triste parece que siete años después de aterrizar en el Real siga sin conceder una entrevista en castellano, pero allá él.

Valverde resucitó en el segundo tiempo, Carvajal siguió bullendo como de costumbre, Varane, Ramos, Casemiro y Mendy se tornaron inexpugnables, eximiendo a Courtois de trabajo salvo en algunos balones por alto, donde sus centímetros le ponen al abrigo de cualquier riesgo, y cayeron los dos goles siguientes. Pudieron ser más, si Vinicius no hubiese marrado un par de ocasiones, a despecho de prestar entidad y pujanza al ataque blanco, y Jovic logró al fin el empalme soñado por todo ariete, que se coló esquinado como un obús.

Los comentaristas destacaron al término el soberbio partido de Modric, capaz incluso de mandar precozmente a la caseta -con un esguince- a uno de los mejores osasunistas, tras intentar en vano frenarle cuando ejecutaba un quiebro de los suyos. Y, en efecto, andando el tiempo la parroquia madridista echará de menos a un tipo tan eximio, encantador y laborioso, uno de los mejores centrocampistas en toda la historia merengue, que jamás ha protagonizado un lance torvo ni tramposo, y cumple la regla de caballerosidad como muy pocos. Destacan también los comentaristas la labor de Casemiro, cada vez más entonado en sus múltiples facetas, que cuando no lo barre absolutamente todo se lanza a asistir –como esta tarde a Ramos- o a marcar. Sin embargo, parece de justicia mencionar a Isco, que además de empatar el partido dio un recital, a mi juicio rara vez superado por él mismo, de controles, regates y temple.

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