Menú
Antonio López Campillo

La lección holandesa

El asesinato de Pim Fortuyn ha puesto en evidencia a muchos. Los comentaristas calificaban a Fortuyn como "racista" y de extrema derecha, y a su partido de variopinto y alocado. Lo comparaban con el francés Le Pen. Tras su muerte, se ha visto que un tercio de los afiliados a ese partido variopinto lo formaban ciudadanos holandeses originarios de las antiguas colonias, gente de color perfectamente integrada y que declaran a los medios que para ellos hay un peligro con la llegada de nuevos inmigrantes, que en su mayoría proceden del Magreb, y que por eso apoyaban a Fortuyn y su declaración de que "Holanda estaba llena" y no había sitio para mas inmigrantes. Esto, los observadores lo interpretaron como una declaración racista pura; para los holandeses, cualquiera que sea su color de piel y su origen, era la declaración en voz alta de un hecho, de una realidad.

Las palabras son signos que significan, señalan algo. Unas veces sirven para significar el objeto y otras son calificadores. Racista es la persona que cree que hay razas y que la suya es superior a todas las otras. Pin Fortuyn nunca dijo tal cosa, ni rechazo a unos por ser de raza diferente, simplemente dijo: no más extranjeros. Se le podía haber calificado de xenófobo, pero tampoco, puesto que no odiaba a los extranjeros ni les era hostil, que es la definición de xenófobo. Simplemente dijo que el número de los que había en el país era él suficiente y no hacían falta más. De calificarle de xenófobo habría que añadir "cuantitativo" y no xenófobo "cualitativo", se refería al número, no a la cualidad de extranjero.

El problema del número de los inmigrantes no es una exclusiva de Holanda, Prodi ha indicado que será necesario un control eficaz de las fronteras de Europa para regular el flujo inmigratorio; lo que significa que el problema de la inmigración ha llegado a los responsables europeos, y para que estos se aperciban del asunto es que debe ser más bien serio.

Son pocos los responsables políticos en los estados europeos que se atreven a abordar el asunto de la inmigración en público; pues temen que se les acuse de racistas o a lo menos de xenófobos. Fortuyn no tuvo miedo y levanto el problema; su asesinato lo ha llevado a las primeras páginas de los media. Es un asunto grave que se debe discutir. No se trata de un homicidio político más, esa muerte es el fruto de la tendencia dominante de calificar sin reflexionar. El negarse a reflexionar suele producir resultados catastróficos y casi siempre mortales.

Cada país tiene una capacidad de recibir inmigrantes que está dada por su estructura económica, política, social y cultural. Y esa capacidad no es sólo de volumen, de cantidad, de número de inmigrantes. Hay un problema de compatibilidades: de formación técnica de los inmigrantes y de la compatibilidad cultural, de idioma y costumbres de estos. Recibir sin discriminar conduce a tensiones sociales y laborales que pueden acabar en luchas violentas y guetos, generando racismo. El problema de la compatibilidad cultural es decisivo, pues es en la base, en las relaciones diarias y callejeras donde se expresan las diferencias culturales y donde los enfrentamientos se producirán.

Una diferencia cultural conduce a obligar al inmigrante a aculturizarse, lo que es una forma de violentar a seres humanos. El problema de la inmigración es serio, pues va en él la estabilidad social y política de las naciones receptoras. Esta es la lección holandesa.

En Internacional

    0
    comentarios