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Antonio López Campillo

Tres eran tres... (los clonadores)

Son: Antinori, médico, Zavos, biológo, y Boisselier, química. Tres defensores de la práctica de clonar humanos. La defensa de esta práctica, aún no puesta a punto, tiene diferentes aspectos. En primer lugar, el aspecto social: según esos defensores, hay una enorme demanda social por parte de las parejas estériles. Este argumento se podría generalizar a otros terrenos, por ejemplo para defender la emisión en serie de cheques sin provisión, ya que hay una inmensa demanda por parte de los poco agraciados por la fortuna. Cuando les atacan, como es el caso de Ian Wilmunt, el "fabricante" de la oveja Dolly, diciendo que la técnica no está a punto y que para obtener un resultado presentable hay más de un centenar de fracasos; la respuesta unánime de los tres es que los padres saben que "la técnica no es segura" y abortarán con resignación en el caso de generar un monstruito…

Los tres son personajes curiosos. La doctora en química Boisselier es miembro de una secta, la "Iglesia raeliana", grupo que defiende la idea de alcanzar la inmortalidad mediante el clonado y es la directora de una sociedad, que depende de la secta, dedicada a clonar, por razones "ideológicas" y basada en las Bahamas; es como si dijéramos, la extensión científica de la "Iglesia raeliana". Antinori se ha ocupado de técnicas destinadas a la procreación en mujeres menopáusicas. Zavos actúa como eco de Antinori en Estados Unidos. De los tres, la única, al parecer, que tiene experiencia en manipulaciones genéticas es la doctora en química.

Las leyes de muchos países prohíben la clonación humana, según el Consejo de Europa se prohíbe "toda acción que tenga como objetivo crear un ser humano genéticamente idéntico a otro ser humano, vivo o muerto". Para evitar los obstáculos legales a su proyecto, el grupo de los tres, por boca del Dr. Antinori, anunció que las operaciones se podrían efectuar en un barco en aguas internacionales. Esto por lo que respecta a las leyes.

Por lo que toca a las diferentes morales, religiosas o laicas, la única respuesta que han dado los tres es que "existe una demanda de cientos de miles de seres estériles".

Y por lo que se refiere al aspecto científico del problema, a lo prematuro en cuanto a las técnicas a emplear, a las dificultades experimentales ya encontradas en experiencias con mamíferos, no han dicho nada. Sólo su voluntad de seguir adelante con su proyecto.

No hay que olvidar que el proyecto se refiere al clonado humano reproductivo, no al de células madre de humanos, que es otro problema. En el caso de los tres, el objeto es obtener seres humanos idénticos genéticamente. Lo que plantea otro problema: ¿Debemos intervenir en el proceso de hominización, que a través de la "lotería genética" nos ha conformado? Resulta que precisamente por ser distintos y únicos se ha necesitado hacer una Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una colonia de clones no necesita tal declaración. Hoy somos, en las sociedades democráticas, "iguales ante la ley" por ser genéticamente distintos, y es precisamente esa diferencia, esa diversidad genética humana, la que ha creado las civilizaciones. Merece la pena pensar en ello.

Posiblemente el grupo de los tres no consiga clonar un solo humano, pero la demanda hará que cientos de miles de seres humanos estériles vayan a pedir ayuda a estos proyectistas. Puede que el proceso aborte legal y técnicamente, pero lo que ya se ha logrado es una publicidad gigantesca.

(Los hay que no son tan tontos como parecen).

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