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EDITORIAL

Benicasim: antisemitismo a ritmo de reggae

Las instituciones y medios públicos que patrocinan el Rototom Sunsplash deben condenar rotunda y urgentemente lo sucedido.

Las principales organizaciones judías de nuestro país y de todo el mundo, algunos de los medios más influyentes en España, Estados Unidos e Israel y miles de personas más o menos relevantes en las redes sociales se han hecho eco del escándalo protagonizado por un festival español que ha vetado a un cantante judío por ser judío.

No es de extrañar porque estamos ante una decisión vergonzosa, fruto del fanatismo liberticida de los que han promovido el boicot –una asociación de extrema izquierda de Valencia– y, en el mejor de los casos, de la falta de los más elementales principios de los organizadores del festival, que no es un pequeño evento desconocido sino una cita de varios días de duración que reúne en Benicasim a decenas de miles de personas llegadas de todo el mundo.

Resulta tan indignante como esclarecedor que este tipo de boicots se dirijan no contra instituciones o representantes políticos –lo que podría parecer más o menos acertado pero podría estar dentro de las reglas del juego democrático–, sino contra individuos concretos. Y cuando sólo se cuestiona al cantante judío, cuando al judío se le ponen barreras de entrada que no se exigen a los demás, estamos ante un caso de antisemitismo de libro. Así lo denunció el propio director del Rototom Sunsplash antes de claudicar.

Los boicoteadores en su vileza y el festival Rototom en su cobardía han quedado retratados ante todo el mundo. Y todo el mundo –medios de comunicación, particulares, instituciones y compañías nacionales e internacionales– ha de tomar buena nota y obrar en consecuencia.

El asunto no debe quedar en el mero rechazo a la lacra del antisemitismo; habrá también que ver qué consecuencias pudieran derivarse en el plano legal, no en vano la legislación española tiene tipificados delitos de discriminación que pudieran venir muy al caso.

No menos clara y contundente debe ser la reacción de la Diputación de Castellón y el Ayuntamiento de Benicasim, así como de la pública Radio Nacional de España, que figuran entre los patrocinadores del festival.

Es obvio que ni la Diputación –que este año ha subvencionado el Rototom con 91.000 euros– ni el Ayuntamiento –que venía abonando 59.000 en ediciones anteriores– son responsables de la bochornosa claudicación del festival, pero sí han de dar una respuesta urgente y enérgica, no sólo porque no debe ir un solo euro público a certámenes que incurren en prácticas tan deleznables como porque, de hecho, esos miles de euros entregados con la intención de promover la localidad y la provincia han servido en esta ocasión para arrastrar sus nombres por el fango en todo el mundo.

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