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EDITORIAL

Ofensiva contra la libertad de expresión

Los enemigos de la libertad, especialmente de la de expresión, han aunado más voluntades con el único objetivo de liquidar a las pocas voces críticas que van quedando en el panorama mediático español

No es la primera vez ni será la última. Quien en España osa criticar y poner en tela de juicio el nacionalismo, el progresismo hegemónico o ambas cosas a la vez, tiene que pasar necesariamente por el mismo calvario mediático judicial que Federico Jiménez Losantos y todos los que le acompañan en la noble causa de defender, a un tiempo, la idea de España y de la libertad. Los precedentes son tan numerosos que la relación de los mismos llevaría redactar varias páginas. El fenómeno no nació, ni mucho menos, con Jiménez Losantos. Hace más de diez años Antonio Herrero, compartiendo el mismo empeño que su sucesor al frente de La Mañana, se vio hostigado desde todos los frentes y se pidió su cabeza desde las tribunas más insospechadas.

Nada esencial ha cambiado. Quizá que hay más medios y que la irrupción de Internet ha abierto un espacio donde se disfruta de una libertad exuberante y, por descontado, desconocida hace una década. En todos los demás ámbitos la izquierda y el nacionalismo siguen llevando la voz cantante y son perrunamente fieles a la vieja consigna de lapidar al disidente. Durante la pasada legislatura los intentos de cerrar la boca a los periodistas de la cadena COPE pusieron tan en evidencia a sus autores que la ofensiva terminó por perder fuerza, diluyéndose en un persistente e inagotable ataque ad hominem a los que han hecho de esa emisora una referencia en lo que toca a independencia informativa.

En esta los enemigos de la libertad, especialmente de la de expresión, han aunado más voluntades con el único objetivo de liquidar a las pocas voces críticas que van quedando en el panorama mediático español. Editoriales periodísticos, artículos de opinión, referencias continuas en los programas de televisión, comentarios radiofónicos... todo vale contra la cadena COPE y contra quiénes mejor la representan detrás de los micrófonos. Lo que se esconde tras semejante dispositivo no es ya un secreto para nadie, pero tanto da. Acusan al vicepresidente de este diario de minimizar "el derecho a la libertad de los demás" cuando su única intención es cercenar su libertad de expresarse libremente. Una libertad que, además, es bienvenida por una millonaria audiencia que sigue fielmente La Mañana de la COPE a diario.

En resumen, la historia de siempre, de lo que ellos acusan es lo que ellos perpetran. Porque Jiménez Losantos, haciendo honor a su condición de liberal, nunca se ha opuesto a que nadie opine libremente ni ha pedido el cierre de una emisora de radio cuyos contenidos no le agradan. Esta es la principal diferencia entre el uno y los otros. Entre el periodista libre y valiente que se justifica ante sus principios y su audiencia, y los que responden a la consigna estúpida y totalitaria de laminar al que se opone sin escatimar en violencia verbal ni en disparatadas ocurrencias siempre cargadas de veneno.

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