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EDITORIAL

Otro PP

El PP de Basagoiti lo único que ha logrado ha sido dilapidar un impresionante caudal político, ideológico y, sobre todo, ético y moral.

Ya en las elecciones autonómicas de 2009 los populares vascos cosecharon un sonoro fracaso. Era la primera convocatoria sin María San Gil y con Antonio Basagoiti como candidato, y los nuevos responsables del partido pretendían presentarse como una opción más cercana a la realidad vasca y no centrada únicamente en el rechazo al terrorismo.

Pero ese nuevo PP se estrelló contra las urnas y obtuvo un resultado que no refrendaba la operación de sustitución del viejo PP, encarnado por gentes como la propia San Gil, Jaime Mayor Oreja o Regina Otaola. En lugar de ganar votos, perdió un tercio de los sufragios obtenidos en 2005: de 210.000 a 146.000. Cifra ya de todo punto ridícula si se compara con los más de 320.000 votos que había logrado Mayor Oreja en 2001, bien que con José María Aznar en La Moncloa y unas condiciones, antes del 11-M y de la llegada de Zapatero al poder, muy diferentes. Ahora ha cosechado algo menos de 130.000, a pesar de que la participación, al contrario que en Galicia, ha subido ligeramente.

Los políticos de uno y otro signo son expertos en eludir sus responsabilidades, pero la dirección del PP vasco no se puede permitir, ni el PP nacional debe consentir, que todo siga como si nada hubiera ocurrido. No puede haber excusas ni, desde luego, habrá salvadores pactos postelectorales: ya es posible constatar que la operación de sustituir el aguerrido y heroico PP de San Gil y Mayor Oreja por uno más amable ha sido beneficiosa para los enemigos de España y un fiasco para el electorado.

El PP de Basagoiti lo único que ha logrado ha sido dilapidar un impresionante caudal político, ideológico y, sobre todo, ético y moral, conformado gracias al denodado esfuerzo de líderes, militantes y simpatizantes, que arriesgaron tanto, incluso entregaron sus vidas, por unos valores que ahora prácticamente no tienen quién los defienda.

Por otro lado –y esta es una lección que también puede aprender el PSOE de los Pachis, Rubalcaba y Zapatero–, cuando los que debían defender la libertad, el constitucionalismo, a España y a las víctimas del terrorismo han abandonado el campo de batalla, para ser más simpáticos o menos molestos, no sólo no han logrado mejorar sus posiciones, sino que han permitido que el terreno quede en manos de los que odian a España, no reconocen nuestra Constitución y desprecian a las víctimas.

Tras un segundo fracaso, y en una de las comunidades en las que se está jugando el futuro de la Nación, es urgente y necesario que el PP emprenda un cambio de rumbo con unos dirigentes bien distintos a Antonio Basagoiti, Iñaki Oyarzábal, Borja Semper o Javier Maroto, asociados a la inanidad doctrinaria, la falta de liderazgo moral y la irrelevancia política.

Hace falta, y en el País Vasco más que en ningún otro lugar, otro PP.

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