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Eva Miquel Subías

A propósito de dar brincos

Nuestro sistema de listas cerradas da de sí lo que da de sí: escaso margen para líderes imaginativos, rompedores y con talento, con el riesgo que eso supone para que los propios compañeros lo pulvericen para no parecer así más mediocres de lo que son.

A mis manos ha llegado en los últimos tiempos un par de videos que me han parecido simplemente fascinantes. Uno de ellos recoge fragmentos de músicos denominados callejeros repartidos por ciudades de todo el mundo con tan sólo una cosa en común: la mítica canción de Ben E. King Stand by me o Pregherò, según la versión que elaboró Adriano Celentano. Podemos ver, pues, a músicos de New Orleans, Ámsterdam, Río de Janeiro, Barcelona, Caracas o Santa Mónica llevar a cabo diferentes adaptaciones de tan espléndido tema. Conclusión: talento a raudales, voces impresionantes, absolutamente desgarradas algunas de ellas y tuteando a la vida de manera envidiable.

Por cierto, recordemos que la competencia en la calle es tal que alrededor de un centenar de músicos tuvieron que superar las pruebas que propuso la Asociación de Músicos de la Calle (AMUC) para solicitar una plaza en cualquiera de los treinta y dos puntos habilitados en la Red de Metro de Barcelona. ¿Qué le parece? Así somos los barceloneses. Lástima que a algunos integrantes del productivo tripartito no les hayan hecho otro tipo de pruebas para garantizar por lo menos una mínima ración de seny.

Lo que les decía. El otro video que circula por la red desde hace tiempo, batiendo todos los récord de visitantes, es el que lleva por título Where the Hell is Matt? (¿Dónde diablos está Matt?). Supongo que muchos de ustedes lo conocerán. Debo confesar que me entusiasmó ver a un tipo recorrer más de cuarenta países (envidia cochina, por otro lado) con el único propósito de hacer bailar a los vecinos del lugar para finalmente confeccionar una pieza repleta de colorido, simplicidad, naturalidad, sonrisas espontáneas y desinteresadas, con una música llena de belleza y energía. Una composición que recuerda a uno de los temas de los primeros espectáculos de Le Cirque du Soleil, pero igualmente fantástica y al día de hoy sigue siendo la protagonista de mi Ipod.

Bien es cierto que mi "compi" –como lo llamaría Cristina Almeida–, a pesar de no poseer la retranca que al parecer tiene el marido de la portavoz popular en la Cámara Baja, goza de un gran sentido del humor, al verme emocionada contemplando el video de Matt Harding, me vino a decir –haciendo gala de su pragmatismo habitual– que no lograba entender cómo podía haber tenido tanto éxito el hecho de que un diseñador de videojuegos se dedicara a dar brincos por todo el mundo con los lugareños de turno. Bueno, apunté yo, es una muestra estéticamente impecable de la sencillez y el ingenio que hay repartido en miles de rincones y que tan sólo nos proporcionan pequeñas alegrías haciéndonos sentir algo mejor ese día. Sin más. Aunque estaría algo más sensiblona de lo habitual.

Más tarde empecé a indagar sobre el personaje y qué quieren que les diga. Otra decepción. Que si empezó de forma altruista pero rápidamente lo esponsorizó una empresa americana de chicles, que si luego manipuló las imágenes, en fin, casi prefiero no saberlo, porque vivo más feliz pensando en lo que me transmitió en su día al verlo por vez primera y punto.

Por cierto, veremos qué partido político es el primero en utilizar la idea de este video en la próxima campaña electoral. Háganme caso y estén atentos. Será divertido ver a determinados políticos dando saltitos.

Lo que pretendo decir con todo ello, aunque me temo que malamente, es que, aún con el riesgo que entraña la "red" en cuanto a la facilidad de poderte dar gato por liebre, merece la pena invertir tiempo en explorar un poco de lo que se hace y cómo se hace más allá de nuestros estándares de vida.

Sería interesante realizar una especie de cásting para políticos. Al igual que los músicos callejeros, algunos con muchas más aptitudes que los que disponen de sello discográfico oficial, o creadores de cortos excelentes o publicistas excepcionales, estoy convencida de que debe haber aspirantes a políticos con grandes dotes de oratoria, sentido común, ingenio, con propuestas innovadoras –que no ridículas–, capacidad de trabajo y vocación de servicio público. Y ya que en España, el sistema de listas cerradas da de sí lo que da de sí –o sea, escaso margen para líderes imaginativos, rompedores y con talento, con el riesgo que eso supone para que los propios compañeros lo pulvericen y no parecer así más mediocres de lo que son o de lo que se suelen mostrar normalmente ante la opinión publica– podríamos intentarlo.

No sé, en lugar de programas tipo Granjero busca esposa, que, por lo poco que he podido ver o intuir, todavía no entiendo cómo el Ministerio de Igualdad no ha intervenido todavía.

Es una incógnita todavía saber cómo nos sorprenderá Obama una vez superada la intensa Washington Fashion Week, pero muchos, aunque algo estresados y algo Barack-saturados, confiamos en que le dé un nuevo aire al "sistema", un personaje que –tengámoslo claro– en España no hubiera sido posible encontrar. Sin el riesgo de perecer políticamente en el intento, claro.

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