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Eva Miquel Subías

Al calorcito del asfalto

Como son todos ellos muy pacíficos, deciden quemar contenedores, insultar a la policía y arengar a todo quisqui a sumarse al fiestón

"Tensión, Iñaki, tensión... Lo que nos conviene es mantener la tensión". Recordarán, segura estoy de ello, estas palabras. Y es que, a falta de grandes proyectos, José Luís Rodríguez Zapatero ha dejado la huella de su esencia en sus discípulos más aventajados.

Y a lo que conlleva, claro está, mantenerse reprimido y contenido en aras de tu conveniencia estratégica de barrio es directamente al completo desahogo cuando decides que es el momento de asomar la cabecita, cual la marmota Phil de Pennsylvania anunciando la llegada de la primavera.

Así que ya tenemos la polémica servida en bandeja a gusto de los de siempre cuando a un grupo de bachilleres que deciden cortar unas calles –de manera no autorizada- en protesta por los supuestos recortes en el suministro de la calefacción en su Instituto se suman los ya clásicos anti-sistema, los macarrilla de turno con independencia de su edad y los líderes espirituales de muchos de ellos. Una combinación de lo más estimulante.

Como son todos ellos muy pacíficos, deciden quemar contenedores, insultar a la policía y arengar a todo quisqui a sumarse al fiestón. ¿Que en los altercados con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se producen también algunos casos de agresividad por parte de algunos de los funcionarios? Cierto. ¿Pero que son siempre éstos los que deben pagar por las manipulaciones de unos y por el permanente ataque de quienes están acostumbrados a pasarse por el forro de sus pantalones caídos cualquier mínima norma de conducta y de respeto elemental? Evidente.

Permítanme que les diga que hay menores que dan miedo. Y hay menores cuyos comportamientos ponen los pelos de punta. Y no citaré a ninguno de los numerosos ejemplos de chavales que llevan el mal en sus entrañas para no caer en la misma trampa demagógica que otros. Todavía, no sé hasta cuando, pero todavía confío en la permanencia de unas ciertas reglas de juego.

Uno de los más fascinantes descubrimientos de Twitter es la cuenta de @RecioManolo. "La violencia y la represión forman parte del ADN del PP porque en su seno pervive la derecha más peligrosa" o "La salud de los recién nacidos en peligro por los recortes del PP en Castilla-La Mancha. Es su concepto de sanidad pública?" son tan sólo un par de perlitas que decoran su retahíla de improperios.

Y ustedes se preguntarán. ¿Quién será este Manolo? ¿Será este tipo, acaso, un chaval en pleno desarrollo de sus instintos ideológicos más primarios? ¿Será un preadolescente de la ultraizquierda irritado por el triunfo en las urnas de los chicos del Partido Popular? Pues Manolo no es más que el Consejero de Empleo de la Junta de Andalucía.

No estoy de coña, no. Tal cual, compañeras y compañeros, para estar en sintonía con nuestro amigo.

Y como no parece que algunos mantengan siquiera el más mínimo respeto institucional, o simplemente, el mínimo requerido de educación para ostentar un cargo público, no sé cómo nos extrañamos de que echen mano a las cerillas que aguardan en sus bolsillos, esas que se estaban resecando y tenían ganas de volver a encender, sea en la calle, sea en las instituciones, sea en el Parlamento, sea en las redes sociales.

Sea donde sea, con tal de mostrarnos insistentemente el concepto de democracia que poseen los agitadores, cuyas pancartas lucen un color sepia por haber permanecido en oscuros trasteros durante el Gobierno anterior. Ahí abajo, junto a las humedades donde aparcaron hace tiempo las reglas de un juego político mínimamente decente.

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