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Eva Miquel Subías

En proceso de desideologización

Ya solo pido que todos hagan un pequeño esfuerzo de honestidad intelectual y nos expliquen clara y contundentemente por qué hay que votarles.

Creo que era Flaubert quien comentó en alguna ocasión que en literatura su creencia es, precisamente, no tener ninguna.

En política, sin embargo, y más allá del uso y estudio del concepto ideología, plasmado en ensayos de Maquiavelo, Marx o Hegel, hasta El fin de las ideologías, de Daniel Bell o el demoledor ensayo de Fukuyama The end of the History, es justamente lo contrario lo que la ha hecho fuerte a lo largo de todos los tiempos.

Sin mayor sofisticación que, a la manera tradicional, explica las razones por las cuales se hace tal cosa u otra, los grandes partidos políticos, tanto en España como en cualquiera de las sociedades civilizadas, han marcado sus grandes líneas estratégicas sobre las cuales se asentaba su manera de hacer política.

Desde la Alianza Atlántica, a la posición geoestratégica mediterránea, a la creencia o no en las ventajas del libre mercado, o al respecto de la función de cada uno de los impuestos o a la misma construcción de una rotonda. Todo, absolutamente todo, tenía una cierta base que explicaba por qué se actuaba de una manera u otra.

Ahora, sin embargo, la tendencia es el alejamiento ideológico, la distancia cada vez mayor entre la socialdemocracia, el liberalismo, la democracia cristiana, el conservadurismo o el mismo comunismo –tan reivindicado como tantos modelos fracasados–, de cualquier actuación gubernamental.

En el Reino Unido se tuvo que volver al Back to Basics en cuanto hubo el más mínimo atisbo de alteración de los cimientos sobre los cuales se asentaba toda su democracia y sistema parlamentario.

Pero los españoles vamos siempre más allá. También en cuanto a complejos adquiridos motu proprio, sin mayor imposición que la de uno mismo o la de unos argumentarios, cada vez más asépticos y, por qué no decirlo, básicos y tan elementales cuya solidez no va más allá de lo que pueda recoger un tuit de 140 caracteres.

No es mala cosa en esta vida contar las cosas tal y como son. Con matices, con la adecuada administración de la información. Pero sin demasiados rodeos. Porque a la asfixia de lo políticamente correcto, empieza a sumarse la asfixia por la reivindicación de la nada.

Y, si me permiten, les diré que hay que contar, hay que explicar. Pero sobre todo hay que convencer. Se debe tener a la razón como aliada para forjar de motivos una idea, un mensaje, un propósito con el que llegar al interlocutor y hacerle subir a tu barco. Y no solo ya en el estricto ámbito de la política. Pero mejor, dada mi dispersión, centrarla ahora en ella.

El rumbo y los objetivos marcarán el camino a seguir. Pero, bien es cierto, el centro-derecha español tiene doble o triple trabajo. Porque a sus habituales complejos, hay que añadir la batalla de la superioridad moral que tan magistralmente bien ha librado la izquierda y que tan bien han comprado no pocos de los que sitos que componen nuestro gráfico de sociedad.

Se avecinan, según parece, elecciones generales. Yo no diré que no las quisiera, puesto que las deseé desde el primer momento. Pero para que nos expliquen unos y otros los grandes principios sobre los cuales hay poco margen de discusión y las grandes líneas sobre se deberá llegar a un acuerdo. Básicamente.

En ese proceso de desideologización ya solo pido que todos hagan un pequeño esfuerzo de honestidad intelectual y nos expliquen clara y contundentemente por qué hay que votarles.

Tan simple como eso.

En España

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