Menú
Eva Miquel Subías

Solidaridad "dos por uno"

Aquí de nada sirve la famosa solidaridad. Nadie parece dispuesto a renunciar a su pequeña parcela. Los de aquí, los de allá, los del norte y los del sur.

He mantenido la tradición, durante los últimos cinco veranos que he compartido con ustedes, de escribir las columnas correspondientes a estas fechas desde Cambridge, Massachusetts, a escasos metros del campus de Harvard. Desde allí hemos vivido los últimos acontecimientos o simplemente me he limitado a describir el costumbrismo harvardian.

Este año, por motivos que no vienen a cuento, se interrumpe la secuencia: he cambiado estos días los faros de Maine por los faros de la costa atlántica portuguesa.

Cuenta la leyenda que no hay ex-alumno de Harvard en el mundo que no sea descubierto y localizado por la Alumni Office para pedirle una contribución a la causa.

Y una cosa les digo: la Universidad de Harvard, que no recibe la más mínima subvención pública y cuya política de becas ya la quisiera para sí cualquier Departamento de Educación europeo, vive desahogadamente de las contribuciones privadas, de las matrículas -elevadas, eso sí- y de la gestión de su patrimonio, nada desdeñable, por otra parte.

Cuando hablo de contribuciones privadas, me refiero a la cantidades que pueden rondar los dos millones de dólares de algún financiero ex alumno de la Harvard Business School; o a los 25 dólares que puede donar al mes cualquier ex-alumno de la Kennedy School of Government. Aquí he sido algo mala, pero no me alejo demasiado de la realidad. 

Es decir, el grado de implicación para con sus centros del alumno medio es más que notable. Y generoso, en general.

España, que no está del todo mal situada en los ranking de los países más solidarios -ahora encabezará también el de los que incitan al saqueo, si alguien no lo remedia- aunque habitualmente por detrás de los Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, vive en una permanente contradicción.

Los países anglosajones suelen responder con celeridad a los cambios y ritmos de vida, a lo que comúnmente llamamos "apretarnos el cinturón", cuando la cosa viene achuchada. Aquí solemos ser más remolones. Nos cuesta -a todos- renunciar a aquello a lo que confortablemente nos hemos acostumbrado.

Pero cuando el sostenimiento de lo que nos hemos habituado no depende de nosotros mismos, sino de nuestros impuestos y de las arcas estatales, en ese caso no sólo nos cuesta, sino que consideramos que es de pleno derecho seguir disfrutando de ello. Y permítanme decirles que ahí reside una buena parte de nuestros males.

Porque aquí de nada sirve la famosa solidaridad. Nadie parece dispuesto a renunciar a su pequeña parcela. Los de aquí, los de allá, los del norte y los del sur.

Somos los primeros en entregar un corazón, un riñón o un hígado. Tenemos una organización que es referente internacional y los españoles solemos donar órganos con los que salvamos vidas. Y hay que estar orgullosos de ello, por supuesto

Pero no. No somos capaces de renunciar a ninguna subvención pública o a pagar un mayor precio por los servicios que presta el Estado cuando las circunstancias así lo aconsejan. No permitimos que se exijan unas mínimas garantías para que no haya duplicidades evidentes en recetas médicas que, de evitarse, ahorrarían unos buenos millones.

Bien es cierto que hay muchos ejemplos públicos mejorables. Y no lo es menos que hay instituciones públicas y organismos todavía prescindibles, con lo que está presente la idea de que es el ciudadano quien acarrea con el peso.

¿Saben una cosa? Confío en que esta crisis, a pesar de situaciones realmente dramáticas y espeluznantes, nos devuelva la fe en nosotros mismos, en nuestras capacidades. En saber optimizar nuestros recursos y empezar a creer en nuestra independencia, a cierta distancia del manto calentito y permanente del Estado.

Y saber ejercer nuestra solidaridad. Pero con nuestro dinero, con el que no nos sobra. Ahí, al fin ya al cabo, es donde se hacen los verdaderos ranking.

En Sociedad

    0
    comentarios
    Acceda a los 1 comentarios guardados