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Fabián C. Barrio

Excite y la estampida puntocom

Ahora es la época de la estampida. Hubo un tiempo en la que las puntocom valían lo que los gramos de cerebro que poseían en plantilla. Pero esto se ha acabado, y la racionalidad se ha impuesto por fin en el mercado digital, lo cual no deja de ser lógico: Lo que es virtual, en virtual se queda, incluidos los ingresos.

Excite es un portal agradable de visitar. Puedes elegir personalmente una combinación de colores y contenidos para que todas las mañanas te salude educadamente (de hecho, en mi ordenador, Excite me chilla "Bienvenido, Fabián" de un modo tan sorprendente como seductor). Sus contenidos, prácticamente todos comprados a proveedores -obviamente de economía no tan virtual como la del portal-, tienen un aquel robotizado, como el de grandes fracasos digitales del último año (el de Disney-Go.com es uno de los máximos exponentes), pero no se puede negar que ha sido un éxito: Mayo dejó 55 millones de páginas vistas y 400.000 usuarios registrados en este pequeño invento pilotado en España por un equipo de 14 personas.

¿Qué más esperaban?... Posiblemente, ingresos. La crisis económica de las puntocom ha hecho que las empresas no-virtuales hayan dado marcha atrás en sus campañas publicitarias en Internet, y ese movimiento descontrolado y, desde luego, totalmente irracional, ha provocado que la crisis sea más profunda incluso de lo que debería. Pensemos por un momento: El que se hayan creado montajes especulativos alrededor de la ignorancia del inversor, y que luego se hayan desinflado de un modo espectacular, el que gurus poco serios de la mal llamada Nueva Economía hayan dilapidado el dinero de los bancos de un modo casi obsceno, no quiere decir que el medio no funcione. Internet es un modo impresionante de comunicarse casi cara a cara con el consumidor. Ningún otro tipo de publicidad es tan versátil, ofrece resultados tan inmediatos, es tan personalizable, o puede modificar su estrategia con tantísima celeridad, en tiempo real, y en función de los resultados. Aunque sólo fuera por ello, la gente debería confiar más en el banner como herramienta de seducción, y dejar de comportarse como un gato escaldado, algo que, por otro lado, en los negocios, nunca ha llevado a ninguna parte.

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