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PANORÁMICAS

Promesas del Este, piadosa y brutal

"La persona moderna que se tatúa es o un delincuente o un degenerado… Los tatuados que no están en prisión son delincuentes latentes o aristócratas degenerados". La manía bauhausiana de Adolf Loos contra el ornamento, una de las infinitas formas del crimen para su dogma racionalista, ilumina Promesas del Este, una historia sobre la lucha entre la mafia rusa y el KGB modernizado en un Londres negro y nublado carcomido por la corrupción y la trata de blancas y en el que el Támesis se ha convertido en un sucio sepulcro de cadáveres sin dientes ni dedos pero repletos de tatuajes.

"La persona moderna que se tatúa es o un delincuente o un degenerado… Los tatuados que no están en prisión son delincuentes latentes o aristócratas degenerados". La manía bauhausiana de Adolf Loos contra el ornamento, una de las infinitas formas del crimen para su dogma racionalista, ilumina Promesas del Este, una historia sobre la lucha entre la mafia rusa y el KGB modernizado en un Londres negro y nublado carcomido por la corrupción y la trata de blancas y en el que el Támesis se ha convertido en un sucio sepulcro de cadáveres sin dientes ni dedos pero repletos de tatuajes.
Detalle del cartel de PROMESAS DEL ESTE.
"En las prisiones rusas llevas tu vida en forma de tatuajes. Si no tienes tatuajes, no existes". El comisario de Scotland Yard tiene el detalle de explicárnoslo. Unas estrellas en las rodillas significan que jamás te arrodillarás ante nadie. Non serviam era el lema de Luzbel, y podría serlo también de los mafiosos surgidos del frío. Unas estrellas en el pecho significan que eres capitán dentro de una organización criminal. Etcétera.
 
Nikolai Luzhin (Viggo Mortensen) no parará hasta conseguir las luciferinas estrellas. Trabaja de chófer para una familia de gánsteres de origen eslavo radicada en Londres y encuadrada en el sindicato criminal Vory V Zakone. El despótico y sofisticado pero brutal Semyon (Armin Mueller-Stahl) regenta el restaurante Trans-Siberian. Kirill (Vicent Cassel), el hijo de Semyon, es un sádico con reflejos de asesino en serie al que, según su padre, el clima londinense, tanto el atmosférico como el moral, ha convertido en un degenerado ("En Londres no nieva nunca. Es una ciudad de putas y maricones"); pero Kirill cree que la estrella es su "puta marca de nacimiento".
 
Naomi Watts, en un fotograma de PASAJES DEL ESTE.Hasta el Trans-Siberian llega Anna (Naomi Watts), una matrona preocupada por un bebé cuya madre, una joven rusa, murió desangrada en el hospital. La joven llevaba un diario, que Semyon se ofrece amablemente a traducir. Pero el traduttore no sólo es un tradittore, en este caso también es un violador y un asesino a cuyo lado Herodes podría ser comparado con Torrebruno.
 
Si Viggo Mortensen interpreta a un misterioso y aristocrático gánster, Vincent Cassel y Armin Mueller-Stahl encarnan sin un soplo de nobleza –esto no es El Padrino– ni de empatía –esto no es Los Soprano– a unas auténticas bestias sin escrúpulos, a unos tipos literalmente desalmados.
 
En Promesas del Este las razones de las acciones permanecen fuera de plano, ocultas en una Siberia que nunca se muestra y en unas intenciones que no se explicitan. Los héroes son villanos y los villanos, unos demonios. Gracias a Cronenberg, podemos hacernos una idea de ese otro Londres donde los nuevos ricos del Este compran equipos de fútbol como quien compra una nueva hetaira para su harén e hinchas borrachuzos se orinan sobre tumbas para celebrar la victoria del Chelsea. Pero, y esto ha sorprendido y hecho renegar de Cronenberg a más de uno, a los habituales humor negro y pesimismo antropológico del autor se suma una dimensión humanista y esperanzadora, una auténtica promesa de una radical novedad.
 
Escribía Hannah Arendt que el nacimiento de un niño significa la promesa de un nuevo comienzo, una esperanza de un futuro mejor. Cronenberg compone una estructura en zigzag, oponiendo a la historia de las muertes por degollación la lucha de una matrona por salvar a un bebé producto de una violación a una menor, lo que opera como el contrapunto luminoso al turbio mundo de ángeles tarados, de hombres de negro, que se mueven atraídos por la potencia oscura del dominio y la violencia. Semyon explica así a Kirill por qué debe violar a la chica: "Si no domas a un caballo, nunca será manso". Éste, aprendida la lección, le dice al chófer: "Las esclavas paren esclavas".
 
Siguen los paralelismos de montaje. Anna comenta a su madre que le ha puesto Christine al bebé porque es una criatura cristalina y preciosa. Salta el plano al picadero favorito de los gánsteres, donde Kirill obliga a su chófer a acostarse con una prostituta. Mientras, en off, la chica muerta lee en su diario el engaño que le llevó a la casa de citas. Después de la violación de la prostituta, Luzhin le pide sorprendentemente que aguante. Un poco más.
 
Fiodor Dostoievski.Cronenberg ha logrado una curiosa síntesis entre el humor violento de Walter Hill en Danko: calor rojo y la disección del mal de David Lynch en Inland Empire, otros relatos sobre la irrupción del mal procedente del Este eslavo. Como el primero, su relato es seco, cortante y sin concesiones a la galería. Como el segundo, es inquietante, oblicuo y dice mucho más de lo que muestra. Pero, a diferencia de ambos, y como su anterior filme, Una historia de violencia, la posibilidad de la redención del mal se contempla como una opción posible y legítima.
 
He aquí lo que podríamos denominar conexión Dostoievski: al final de Crimen y castigo, el autor ruso permite a Raskolnikov ganar el perdón de sus pecados gracias a la intercesión de una joven prostituta inocente, el tipo en que Dostoievski, tan susceptible al dolor de los humillados y ofendidos, cifraba el aliento de lo auténticamente humano. Del mismo modo, Cronenberg y el guionista (Steve Knight) hacen una apuesta arriesgada contraponiendo la figura diabólica del diablo Semyon con la angelical de la joven por él violada y obligada a prostituirse, al tiempo que Luzhin alcanza la redención a través de la salvación de la hija bastarda del demonio y el ángel.
 
En la mejor secuencia de la película, Luzhin, desnudo ante el comité supremo de Vory V Zakone, deja que los componentes de éste lean su vida en sus tatuajes. Los mafiosos, confiados, le acogen entre los suyos tatuándole unas nuevas estrellas en las rodillas y en el pecho, "en el lugar vacío al lado de tu corazón", una concisa descripción del nihilismo como enfermedad moral. Yacente como un Cristo en la Pasión, Luzhin, agarrado a una botella de vodka, deja que le tatúen dos estrellas del Mal junto al otro tatuaje que ya tenía situado en el centro del pecho: un Cristo crucificado.
 
"Nacer y morir a veces van de la mano", explica Anna a Luzhin. En la más discutida escena de la película, una brutal pelea en una sauna, Luzhin es traicionado y recibe su bautismo de sangre. Este momento cumbre constituye la clave de bóveda de una película que consigue el milagro de fusionar la esperanza piadosa con la violencia, la bestialidad y la perversidad.
 
 
PROMESAS DEL ESTE (EEUU, 100 minutos). Dirección: David Cronenberg. Guión: Steve Knight. Fotografía: Peter Suschitzky. Música: Howard Shore. Intérpretes: Viggo Mortensen (Nikolai), Armin Mueller-Stahl (Semyon), Vincent Cassel (Kiril), Naomi Watts (Anna), Sinead Cusack (Helen), Jerzy Skolimowski (Stepan). Calificación: Piadosa y brutal (9/10).
 
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