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Los K pierden la calle

Los peronistas, que tienen el olfato entrenado para encontrar el poder y no soltarlo, empiezan a pensar que Cristina se tambalea.

Los peronistas, que tienen el olfato entrenado para encontrar el poder y no soltarlo, empiezan a pensar que Cristina se tambalea.

Para los peronistas, el poder reside, ante todo, en la calle. Una vez que se controla ésta se puede alcanzar la Casa Rosada o echar a quien la ocupe, como les ocurrió a los presidentes Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa.

Hasta ahora Cristina y la miríada de movimientos, asociaciones, sindicatos y similares que la rodean (el Frente para la Victoria, La Cámpora, el Vatayón Militante, las Madres de la Plaza de Mayo...) controlaban la calle y expulsaban de ella a sus adversarios. Pero ese dominio se ha roto este mes.

El día 8 la clase media protestó con una inmensa cacerolada que resonó en las principales ciudades para reclamar el freno a la delincuencia rampante y el final de las campañas brutales del Gobierno contra quienes se oponen a sus decisiones, sean grupos de comunicación, jueces, jubilados o empresarios. El día 20, la Confederación Central del Trabajo (CGT) y la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) convocaron la primera huelga general desde diciembre de 2002, cuando el desempleo se situó en el 21%. Los dos sindicatos protestaban por la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores debido a una inflación superior a la reconocida por el Gobierno y exigían una subida del salario mínimo, la eliminación del impuesto sobre los ingresos de los trabajadores y un aumento de las pensiones de jubilación. Ambas protestas refutan el país maravilloso que difunden la presidenta y el oficialismo, donde se reducen las diferencias sociales y la pobreza.

La erosión del bloque social que reeligió a la presidenta en octubre de 2011 se comprende cuando sabemos que la CGT, dirigida por el camionero Hugo Moyano, ha pasado de acarrear votos a favor de Néstor y Cristina Kirchner a montar una huelga general, como si la Viuda fuese un presidente radical.

Frente a la protesta social, la respuesta del Gobierno es propia de Néstor Kichner: el insulto y la conspiración. El ministro de Planificación, Julio de Vido, dijo de los manifestantes del día 8 que sólo querían dólares para irse a Miami. La presidenta afirmó que el éxito de la huelga se debió a la violencia empleada por los sindicalistas. Y sus partidarios han redoblado las declaraciones a favor de la re-reelección para salvar Argentina de los "vendepatrias", término inventado por Juan Domingo Perón.

Mientras tanto, la fragata Libertad sigue anclada en un puerto de Ghana, la petrolera YPF propone a llegar a un acuerdo con Repsol para recuperar el crédito en los mercados internacionales y un juez de EEUU ha ordenado a Buenos Aires que pague a los tenedores de bonos 1.300 millones de dólares antes del 15 de diciembre.

Los peronistas, que tienen el olfato entrenado para encontrar el poder y no soltarlo, empiezan a pensar que Cristina se tambalea.

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