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Guillermo Dupuy

Demasiado parecido al PP de Rajoy

Demasiado parecidos como para pensar que Ciudadanos pueda ser una alternativa nacional, y menos aun de derecha liberal, al actual desastre rajoyesco.

Me alegro de los malos pronósticos que le auguran al PP las encuestas, pero les mentiría si les dijera que mi valoración de Ciudadanos ha mejorado algo en los últimos dos años de decisiva e inocultable crisis nacional, muy especialmente en Cataluña. De hecho, la falta de ilusión con la que ya voté al partido de Rivera en las últimas elecciones generales se ha tornado, desde entonces, en abierta indignación y en un compromiso de buscar otro partido como forma de votar contra el PP de Rajoy, sin cuya derrota y posterior catarsis no creo que vuelva a haber una derecha liberal-conservadora con representación parlamentaria en nuestro país.

No le voy a reprochar a Ciudadanos que no combata el consenso socialdemócrata imperante, del que siempre ha formado parte junto al PP rajoyesco. Pero de Ciudadanos sí cabía esperar, al menos y aunque fuese por razones de nacimiento, una alternativa a la condescendencia, pusilanimidad, cuando no complicidad, de populares y socialistas para con las formaciones nacionalistas y los excesos de nuestro demencial Estado autonómico.

Pues bien. Personalmente, no he digerido ver cómo Ciudadanos rehusaba –por segunda vez– suspender la Administración autonómica catalana como forma de evitar (entre otras muchas gravísimas violaciones del orden constitucional) la segunda consulta secesionista del pasado 1 de octubre. Tampoco se me escapa cómo Ciudadanos se ha opuesto en todo momento a condicionar la decisiva financiación extraordinaria a la Administración autonómica en rebeldía, proveniente del Fondo de Liquidez Autonómica, a que sus mandatarios renunciaran públicamente al ilegal y liberticida proceso secesionista abiertamente inaugurado en 2012. A diferencia de otras formaciones mal llamadas regeneracionistas, como VOX o UPyD, Ciudadanos tampoco ha instado proceso judicial alguno contra un procés que ha convertido el delito en acción política.

También recuerdo con repugnancia cómo Ciudadanos fue un calco del PP de Rajoy a la hora de silenciar y ningunear las manifestaciones celebradas en toda España contra el procés que precedieron –y digo bien, precedieron– el espléndido y decisivo discurso del Rey que puso las pilas –aunque sólo fuese por una rato– a nuestra indolente clase política constitucionalista sobre la extrema gravedad de lo que sucedía en Cataluña, y que les animó a respaldar las manifestaciones que posteriormente se sucedieron.

Pero quizá haya sido la ideíca de Albert Rivera, ya una vez consumados todos los delitos anunciados por los golpistas, de recurrir al artículo 155 para, simplemente, convocar cuanto antes nuevas elecciones en Cataluña –insuperable disparate cuyas consecuencias todavía no son del todo manifiestas– lo que más debería desacreditar a Ciudadanos incluso como voto de castigo a Rajoy. Y es que hasta tal punto era rajoyesco el desvarío de Rivera que el presidente del Gobierno tardó bien poco en hacerlo suyo.

Es verdad que, en el decisivo terreno del debate de ideas, Ciudadanos sigue teniendo un discurso mucho más combativo y desacomplejado contra el nacionalismo... si lo comparamos, claro está, con el del PP de Rajoy y el PSOE. Pero es una cuestión que afecta más a las formas que al fondo. Y es que, ¿de qué sirve si luego ya no se defiende la libertad lingüística o el derecho a estudiar íntegramente en español y, en su lugar, se propone una no menos coactiva y acompleajada inmersión lingüística trilingüe? ¿De qué sirve denunciar los estragos del adoctrinamiento nacionalista en las escuelas tan brillantemente como lo hace Toni Cantó si luego se defiende que la educación siga siendo competencia de las autonomías, cosa que deja constitucionalmente en prácticamente nada la labor que pueda llevar a cabo la Alta Inspección del Estado, si luego no se cumplen ni hacen cumplir las sentencias en asuntos mucho menos subjetivos que el adoctrinamiento ideológico, como el de la erradicación del castellano como lengua vehicular ?

A este respecto, ¿dónde están las críticas de Ciudadanos a la colosal y grosera mentira del ministro Méndez de Vigo según la cual ni siquiera en aplicación del artículo 155 de la Constitución el Gobierno de la nación puede hacer que la Administración regional catalana cumpla las sentencias que reconocen el derecho a estudiar en español en toda España?

Lo dicho. Demasiado parecidos como para pensar que Ciudadanos pueda ser, de forma clara y distinta, una alternativa nacional, y menos aun de derecha liberal, al histórico desastre rajoyesco que constituye el actual PP. Como mucho, su heredero y, mucho me temo, continuador.

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