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Guillermo Dupuy

Para satisfacción de los asesinos del 11-M

El hecho de que se haya utilizado el recuerdo de aquella masacre para oponerse a la política de un gobierno legítimo habrá vuelto a ser motivo de satisfacción para todo tipo de terroristas, por mucho que a ese regocijo haya contribuido la Sra. Manjón

Hay quienes dicen que "las víctimas del terrorismo siempre tienen razón". Aunque pueda compartir semejante aseveración cuando nos referimos con ella a que todas tienen derecho a la memoria, a la dignidad y a la justicia o a que no se pague a sus verdugos ningún precio político o penitenciario –valga la redundancia-, las víctimas del terrorismo tienen razón...cuando la tienen.

Para empezar, ser víctima del terrorismo es una circunstancia dramática que debe concitar la solidaridad y el ansia de Justicia de todos nosotros, pero que no confiere a quien la padece ninguna clase de "infabilidad" moral e intelectual. Además, no todas las víctimas opinan siempre lo mismo sobre todo; y, aunque la mayoría de ellas, afortunadamente, se opongan a cualquier diálogo o negociación con los terroristas, no siempre tiene por qué ser así. José María Aznar, por ejemplo, ya había sido víctima de un atentado de ETA, y eso no le impidió en 1998 autorizar contactos con los criminales "miembros del MLNV" ni ofrecerles "generosidad" en el ámbito penal: El haber sido objetivo de un atentado terrorista, sencillamente, no le salvó del error –grave error- de no fiarse a pies juntillas del chantajista comunicado de tregua en el que los terroristas condicionaban claramente su cese temporal de la violencia a la consecución de lo acordado poco antes con los separatistas en Estella.

Más aun podríamos decir, por ejemplo, de un dirigente socialista como Ernest Lluch: El hecho de ser una bellísima persona y haber sido víctima de ETA hasta el extremo de ser asesinado, no convierten en acierto el error en el que Lluch vivió siempre instalado, como era el de defender el diálogo con el terrorismo como vía para ponerle fin.

Pero quizá el ejemplo más elocuente de que ser víctima del terrorismo no confiere, por sí mismo, rigor intelectual ni siquiera moral a nadie es el hecho de la existencia de lo que conocemos por síndrome de Estocolmo.

No se si Pilar Manjón padecerá algo que pueda estar relacionado con ese síndrome. Lo que es un hecho innegable es que la Sra Manjón es una víctima del 11-M –perdió nada menos que a un hijo en los atentados-, y, pese a ello, ha contribuido a un acto que debe ser motivo de satisfacción para los autores de aquella matanza como es el hecho de que, ocho años después, aquella masacre sirva nuevamente para atacar políticamente a un gobierno del mismo signo que aquel contra el que fue dirigida. A diferencia del 11-S, ante el que todos los norteamericanos se unieron con el gobierno contra los terroristas, en el 11-M mucha gente y no pocas víctimas sirvieron activamente a los terroristas en su objetivo de lograr que la lógica ira ciudadana causada por los atentados no fuera contra ellos, sino contra el partido en el gobierno. Y colaboraron con los terroristas sobre la base de que habían sido galgos y no podencos los que trataban de desbancar al PP del poder mediante el impacto electoral de ese derramamiento de sangre.

Como ven, no sólo reprocho la actitud de Manjón por su despreciable oposición a que la Justicia investigue lo mucho que queda por aclarar de aquella masacre en la que fue asesinado su hijo. La critico, sobre todo, aun dando por cierta e incontestable la autoría islamista de aquella masacre, tal y como dictamina la versión oficial. Durante aquellos días de infamia, ninguna mezquita sospechosa de predicar la yihad ni ninguna sede de simpatizantes del terrorismo islámico fueron acosadas por los manifestantes. Las sedes que fueron acosadas fueron las del partido en el gobierno, para regocijo público –pero silenciado- de todas las organizaciones relacionadas con el terrorismo islámico del planeta.

El hecho de que este domingo los sindicatos hayan utilizado el recuerdo de aquella masacre para oponerse a la política de un gobierno legítimo habrá vuelto a ser motivo de satisfacción para todo tipo de terroristas. Y eso por mucho que a ese regocijo hayan contribuido algunas víctimas como la Sra. Manjón

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