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SELECCIÓN DE EMBRIONES

El mercado de niños

"Ofrece un servicio muy buscado. Estamos haciendo feliz a la gente". De esta forma el doctor Jeffrey Steinberg, director médico de Fertility Institutes, justificaba la práctica de la selección del sexo de los embriones en un artículo del 20 de septiembre para Associated Press. En otras palabras, mientras haya gente que lo quiera, alguien tendrá que vendérselo.

"Ofrece un servicio muy buscado. Estamos haciendo feliz a la gente". De esta forma el doctor Jeffrey Steinberg, director médico de Fertility Institutes, justificaba la práctica de la selección del sexo de los embriones en un artículo del 20 de septiembre para Associated Press. En otras palabras, mientras haya gente que lo quiera, alguien tendrá que vendérselo.
Bebé

Una encuesta reciente, la primera de su tipo en Estados Unidos, descubrió que casi la mitad de las clínicas americanas de fertilidad permiten a los padres que escojan los embriones dependiendo del sexo y el 9% de los chequeos de embriones resultaron en esa selección.

China e India ya están enfrentándose a retos demográficos debido a décadas de selección de sexo usando el aborto. En la actualidad, la cantidad de hombres supera a la de las mujeres en márgenes muy significativos. Esa práctica, que parecía ser tabú en Occidente, ha resultado ser de lo más común. Aquí los abortos suceden a principios del proceso y (quizá) no haya una preferencia aplastante de niños por encima de las niñas, pero esas no son diferencias esenciales.

Uno podría encontrarse tentado de decir que es un paso más hacia la existencia de un "mercado infantil" en el que los padres se ponen exigentes con los rasgos que quieren y no quieren en sus hijos, le pagan al técnico sus honorarios y se van felices a casa. Pero no puede describirse fielmente como "un paso más" hacia este inquietante resultado, porque ya estamos allí.

Hace 15 años, el Papa Juan Pablo II escribió: "Hay necesidades humanas importantes que escapan a la lógica del mercado. Hay bienes que por su propia naturaleza no pueden y no deben ser comprados o vendidos" (Centesimus Annus, n. 40). Ese apremio hacia la mercantilización de cada bien humano, lejos de haberse contenido por las palabras del Papa, ha seguido su curso desenfrenado.

Cuando estaba estudiando para el doctorado hace una década, había anuncios en el periódico de la universidad buscando donantes de óvulos. Por lo general, especificaban el tipo de donante que tenían en mente: de raza blanca, bien parecida, de alto coeficiente mental.

En julio de este año, la British Human Fertilization and Embryology Authority dio autorización a una clínica de fertilidad para pagar a las mujeres por los óvulos que necesitaban para hacer una investigación. Anteriormente, los investigadores dependían de los óvulos donados.

Estos dos detalles demuestran que el mercado del cuerpo femenino ahora ya presenta dos facetas: sexo y fertilidad. Lo predicible es que la fertilidad vaya por el camino que ha seguido el sexo. Las mujeres con una red familiar y de amigos, así como otras opciones de apoyo económico, no estarán vendiendo su fertilidad al que pague más, al igual que esas mismas mujeres por lo general no son las que venden sus cuerpos por las calles.

La dignidad de hombres y mujeres se sostiene al encajar la sexualidad dentro de una relación amorosa. En cambio, cuando esa función es separada y se le crea un mercado, las oportunidades para su explotación aumentan.

Suena cada vez más pasado de moda, pero los bebés solían concebirse en actos de amor entre sus madres y padres, eran bienvenidos al mundo por sus padres con gratitud o, por lo menos, en circunstancias menos ideales, aceptados como su responsabilidad porque los niños eran, después de todo, de su propia sangre.

La idea del niño como una bendición está bajo mayor presión ante la competencia de ideas alternativas y, a veces, conflictivas del niño como un derecho, como una carga o como un bien de consumo.

El deseo de los padres por tener hijos sanos, bellos, talentosos es perfectamente comprensible. Pero ese impulso llega demasiado lejos cuando los niños con rasgos "menos deseables" son escardados en la etapa embrionaria. Lo que eso implica es que el niño no merece amor y aceptación a menos que encaje en el perfil imaginado.

El mercado es una cosa maravillosa. No hay instrumento mejor para calibrar la productividad y el ingenio humanos ante las necesidades y deseos humanos. Pero sus ventajas se convierten en perniciosas cuando abarca los bienes humanos que nunca deberían haberse quedado reducidos a un valor monetario. La idea de un "mercado infantil" debería darnos asco. El que ya existe debería ser motivo de alarma.

Acton Institute* Traducido por Miryam Lindberg del original en inglés.

El doctor Kevin Schmiesing es investigador del Centro de Investigación Académica del Instituto Acton. Es escritor prolífico de temas de pensamiento social católico y economía, autor del libro American Catholic Intellectuals, 1895-1955 (Edwin Mellen Press, 2002) y su obra más reciente es: Within the Market Strife: American Catholic Economic Thought from Rerum Novarum to Vatican II (Lexington Books, 2004).
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