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EDUCACIÓN CINEMATOGRÁFICA PARA LA CIUDADANÍA (2)

La sempiterna crítica al modelo de familia tradicional

Últimamente se hacen muchas películas cuyo mensaje viene a ser que la familia tradicional es algo que asfixia y determina negativamente a las personas. Frente a ello se proponen modelos utópicos supuestamente basados en unas relaciones más "libres" y descomprometidas.

Últimamente se hacen muchas películas cuyo mensaje viene a ser que la familia tradicional es algo que asfixia y determina negativamente a las personas. Frente a ello se proponen modelos utópicos supuestamente basados en unas relaciones más "libres" y descomprometidas.
Fotograma de 'Juegos secretos'

La semana pasada constatábamos cómo la Educación para la ciudadanía no es asunto que pueda despachar únicamente una asignatura, sino que esta materia lectiva es la punta de un iceberg que lleva años navegando por los mares de nuestra cultura. Veíamos cómo el cine ha propiciado en la última década una corriente de opinión muy ideologizada sobre la Guerra Civil, la Iglesia y ciertas cuestiones de moral sexual o bioética. Pero no se agota ahí el temario de instrucción pública del laicismo dominante. Hoy traemos a colación otro asunto, la familia, en el que el cine también ha conquistado la opinión pública; aún queda más en el tintero, que ya iremos afrontando.

Últimamente se hacen muchas películas cuyo mensaje viene a ser que la familia tradicional es algo que asfixia y determina negativamente a las personas. Frente a ello se proponen modelos utópicos supuestamente basados en unas relaciones más "libres" y descomprometidas. Aquí cierto cine español no hace más que sumarse a una fuerte tendencia que viene del extranjero, y casi siempre cargada de premios y nominaciones. A nadie se le oculta que en la vivencia de la propia familia están las raíces de muchas conductas negativas, pero eso, que es un dato de la experiencia, adquiere un tinte ideológico en muchos de estos films, que extraen unas conclusiones universales ilícitas. Un tinte que además viene a subrayar que el origen de muchas situaciones problemáticas –disfunciones sexuales, racismo, violencia, inadaptación...– está precisamente en la institución familiar como tal, considerada por muchos fruto acabado de una terrible combinación de cristianismo, machismo y normativismo.

Fotograma de 'Diario de un escándalo'En el cine norteamericano reciente vemos una inclinación a hacer de la familia media convencional americana el objeto de sus críticas o a convertirla en protagonista de desmedidos dramas afectivo-sexuales. Películas como Juegos secretos de Todd Field, o Diario de un escándalo, de Richard Eyre, por citar películas presentes en los últimos Oscar, entroncan con una tradición que tiene en American Beauty de Sam Mendes a uno de sus mejores representantes, y cuyo leitmotiv consiste en afirmar que bajo la apariencia normal de la familia feliz americana se esconden un sinfín de disfunciones y patologías que hacen difícilmente recomendable el matrimonio tradicional. Al citado American Beauty habría que añadir significativos títulos de la última década, del estilo de La tormenta de hielo, Hapiness, Recortes de mi vida, o sin duda, Lejos del cielo de Todd Haynes y Las horas de Stephen Daldry.

En los últimos años también florecieron entre las películas nominadas algunos títulos que suponían un duro juicio de fondo contra la familia "clásica": Junebug, Transamerica, Yo soy Sam, En la habitación, Monster´s ball, Iris, Lost in traslation, Thirteen o Closer son sólo algunos ejemplos, muy variados en fondo y forma, pero en los que subyace una sorda sospecha acerca de la bonanza de dicha institución.

Curiosamente, algunas de estas películas dejan ver que la cuestión radica no en la naturaleza de la familia, sino en la "traición" a su vocación, y muchos personajes tratan a tientas de recuperar dimensiones esenciales de la familia, aunque sea de forma parcial. Así encontramos familias monoparentales, "familias" no biológicas, madres solteras... Recordemos el paralelismo que se establece entre Michelle Pfeiffer y Sean Penn en Yo soy Sam, una sin marido y otro sin mujer, y que tratan de recomponer su vida con los pedazos que quedan.

Las películas menos realistas –y más ideológicas– proponen la "liberalización" de lo instintivo, y la "des-ontologización" de los afectos y del sexo como la panacea de la salud mental. Así, el marido de Iris debe aceptar con moderna deportividad que su mujer se acueste con otros hombres, porque el sexo, para ella, no es más que una intrascendente y divertida forma de comunicarse.

Mi hijo, de Martial Fougeron, ganadora en el último festival de San Sebastián es el mejor ejemplo de esta crítica de la "familia feliz".

En España hay muchas películas que hablan con autenticidad de la crisis familiar del momento presente, pero a menudo se deja caer la duda de si esa crisis no tendrá su origen en la propia naturaleza de la institución familiar, como vemos en las recientes Vete de mi, de Víctor García León, Mujeres en el parque, de Felipe Vega o incluso en las interesantes por otras razones Solas, El bola y Elsa y Fred. Algo habrán calado estos mensajes en un público joven que ya no quiere saber nada de matrimonios ni de hijos.

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