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Ignacio Villa

Buenos y malos

En el entorno del Gobierno y del Partido Popular comienza a ser habitual escuchar una queja entre el lamento y la desesperación: ¡Nos están dejando solos! Una soledad, según explican los afectados, provocada por la prensa cada vez menos comprensiva con la gestión del Gobierno. No esconden la preocupación de que la gran mayoría, de los que ellos catalogaban de fieles, les han vuelto la espalda. Los propios y los ajenos, los "nuestros" y los de "ellos".

El Gobierno se siente solo, abandonado, desamparado; aunque, las cosas como son, ellos mismos se lo han buscado al permitir y aceptar una realidad desenfocada. Desde el entorno del Ejecutivo han trabajado y se han relacionado con los medios de comunicación, con sus directores y con muchos periodistas de a pie como si fueran propietarios de sus informaciones y titulares. Se ha dicho, se ha exigido, se ha suprimido y se ha cambiado como si de un cortijo mediático se tratara. Y al final pasa lo que pasa.

Esta política, esta forma de actuar, puede tener una aparente e inmediata eficacia cuando la diferencia de intención de voto con el PSOE era de ocho o diez puntos; pero cuando esa diferencia se acorta rápidamente, aflora con toda evidencia lo que ha sido una estrategia mediática errónea e ineficaz. Ahora que llegan las dificultades se dan cuenta de que aquellos serviles profesionales que han sido colocados en lugares estratégicos en la época de las "vacas gordas" no saben hacer su trabajo con la misma "utilidad" en la época de las "vacas flacas". De pronto se han dado cuenta de que la estructura de control que creían tener sobre los medios de comunicación resulta ser inexistente en algunos casos, o inútil en otros.

En el Gobierno sienten la soledad, pero es la soledad que ellos mismos se han fabricado. Han dejado de lado o han aparcado convenientemente a aquellos que podían aportar ideas desde la crítica o desde el simple análisis. En su momento, optaron por aquellos que en posición de "ordeno y mando" obedecían las directrices sin sugerencias, ni matices. Esta soledad que ahora sufren la han sembrado hace muchos, muchísimos meses y ahora están recogiendo esta amarga cosecha. La confección de listas de buenos y malos, las etiquetas de amigos y enemigos en la política informativa, no tienen ninguna utilidad. Es verdad que se consiguen resultados a corto plazo, se controlan "telediarios" y portadas, pero en las horas difíciles no se crea opinión. Hasta ahora, se han conformado con presentar al presidente una "revista de prensa" aseada cada mañana. Y eso, a medio plazo, es demoledor para la propia política.

El Gobierno no se quiere enterar de que el problema no está en los demás, está en ellos mismos. ¿No será que en la opulencia de la mayoría absoluta pensaron que no necesitaban de los demás? Esperemos que el sucesor tome buena nota de lo ocurrido, por aquello de la experiencia.

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