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Ignacio Villa

Con aroma a viejo

La intervención del presidente Aznar, en su tradicional arranque del curso, nos deja un poso de sorpresa. Esperábamos más de un presidente del Gobierno que se enfrenta a un curso político decisivo en la gestión y muy importante en su proyección internacional. Lo dicho por Aznar en Quintanilla de Onésimo suena todo a viejo y a conocido. Se podía esperar que, tras el descanso menorquín, Aznar volvería al “tablao” político con ideas renovadas, sugerencias novedosas y, sobre todo, con el aire de frescura que necesita este Ejecutivo.

Al final, nos encontramos con más de lo mismo: alarde por lo conseguido y crítica feroz al PSOE. Un discurso construido con etiqueta electoral; cuando el ciudadano pide gestión y eficacia, lucha contra la corrupción y actitudes positivas, capacidad de reacción y estrategias bien diseñadas. El discurso de José María Aznar en la tradicional cena con militantes se convirtió en una recuperación de viejos “tics”. El PP, con mayoría absoluta, siempre ha dicho que se dedicaría a gobernar; pero Aznar ha vuelto a los ataques furibundos a los socialistas. Un “menú” que a nadie le apetece en estos momentos.

El ciudadano normal, el votante del PP, demanda ahora del Gobierno más eficacia, una mayor capacidad para cambiar el paso ante los planes no previstos, más empuje para acometer las pequeñas crisis cotidianas, un Gobierno con mayor capacidad de liderazgo a la hora de solucionar los problemas, un Ejecutivo convencido de lo que hace y que por lo tanto transmite optimismo, ilusión y mucha más iniciativa. En definitiva, el ciudadano pide al Gobierno que reaccione, y que lo haga con sentido positivo, no atacando “a lo loco” a una oposición que, mientras no se diga lo contrario, se encuentra todavía lejos de volver a Moncloa.

Esperábamos de Aznar un nuevo impulso político y nos hemos encontrado una vuelta atrás. Esperábamos de Aznar un golpe de timón que sirva para que todo el Gobierno recupere el pulso y nos hemos encontrado la trasnochada demagogia del ataque. Esperamos de Aznar una renovación en las formas y nos hemos encontrado con lo ya conocido. Esperábamos de Aznar una mejor “venta” de lo alcanzado y nos hemos encontrado con el escaparate de siempre. Todo sigue oliendo a viejo, y lo viejo se termina agriando. Por el momento, los populares aparecen inmóviles ante un panorama que no les beneficia. Siguen pensando lo mismo: “estamos haciendo bien las cosas, sólo algunos “quisquillosos” critican al Gobierno”.

Mantener este discurso por parte del Ejecutivo demuestra que el PP ha caído en un viejo defecto del poder: refugiarse en una burbuja artificial, lejos de la realidad. Los malos están fuera, los buenos dentro. ¡Mal vamos!

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