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Ignacio Villa

Cuando sea mayor, quiero ser “ex”

La supervivencia de los políticos el día después de su retirada es, siempre ha sido, una preocupación. Una preocupación lógica y legítima. Lo que no parece tan coherente es que haber desarrollado una actividad política durante unos años –pocos o muchos– proporcione ya unas prebendas vitalicias.

Alberto Ruiz Gallardón, a la sazón presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid durante ocho años, según el plazo que él mismo se ha marcado, no parece muy seguro de su futuro político y profesional. Y a los hechos me remito. El propio presidente autonómico ha impulsado una iniciativa presupuestaria para que todas las personas que ocupen dicho cargo –por el momento Leguina y el propio Gallardón– tengan de por vida: coche oficial, secretaria y chofer. Además se encuentra en estudio una asignación vitalicia para los presidentes autonómicos.

En definitiva, el pasar por la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol se puede traducir en llevarse a casa un buen zurrón. Parece lógico que un político que durante un tiempo se encuentra en la primera línea pueda optar a una transición tranquila entre la vida política y la vida privada, una vez haya abandonado la primera. Lo que parece intolerable es que este país, rico en cargos públicos y políticos, se llene de “ex” que viven y se mantienen en el candelero gracias a un pasado que además de “currículum” les deja una buena oferta para la supervivencia.

La vida política es dura, difícil y en ocasiones no muy larga. Pero no se puede convertir en un nido de aprovechados que viven más del pasado que del presente. En unos años, este país estará lleno de viejas glorias, que ni son tan viejas, ni son tan glorias. Serán de profesión “ex”, o lo que es lo mismo: vivir sin trabajar.

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