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Ignacio Villa

Descafeinado de máquina

Cada vez estamos más cerca del Congreso del PP y cada vez aflora con más fuerza entre las filas populares una clara directriz: tiene que ser un Congreso sin emociones, sin sobresaltos. Desde hace meses estamos escuchando insistentemente el anuncio del presidente Aznar: "será el Congreso de las ideas, no de las personas". Tanto repiten todos lo mismo que uno se pregunta, sin intención de molestar a nadie: ¿que ideas?

En el Partido Popular se ha diseñado hace tiempo un Congreso "informativamente" desactivado. Y en eso están. A estas alturas conocemos prácticamente todo. Sabemos que Javier Arenas seguirá como secretario general, conocemos la supresión del límite de tres vicesecretarios, hemos visto el nuevo logotipo del partido, hemos leído el contenido de las ponencias y conocemos la filosofía del Congreso que se esconde tras el lema recién presentado. Cuando faltan algo más de dos semanas ya ha salido a la luz todo lo que podría ser objeto de interés. Se está empezando a cumplir la previsión que en privado hacia recientemente un importante dirigente del PP:"va a ser un Congreso desilusionante para la sociedad y cabreante para la prensa", dijo.

El tiempo nos dirá si esta previsión se cumple. Lo que parece seguro es que van camino de conseguir el objetivo: descafeinar el Congreso. Esa actitud esconde un cierto miedo al debate y a las ideas nuevas. Todo está artificialmente diseñado. Se presenta como algo abierto detrás de un dirigismo matemático. Todo aparece como una realidad fuertemente controlada. ¿Ideas? Muchas, pero con el visto bueno de la dirección. ¿Iniciativas? Todas, pero siempre dentro del guión previsto. El PP está desactivando el Congreso hasta tal punto que al final se puede encontrar con un cónclave alejado de la realidad y, sobre todo, en las antípodas de los intereses de los propios militantes.

Dos cuestiones quedan aún abiertas. La primera, saber si la propuesta de Francisco Álvarez Cascos sobre la continuidad de Aznar al frente del partido y del Gobierno cobre fuerza y su iniciativa reciba apoyos de los compromisarios. La segunda, conocer las posibles sorpresas que el presidente Aznar pueda tener preparadas y que será la única emoción segura. De todas formas, que nadie se olvide de que en este tipo de eventos se puede orquestar casi todo, pero no todo. Y mientras no se demuestre lo contrario, quedan al margen del control los corrillos y los pasillos, y en ese lugar se hablará solamente de una cosa: la sucesión de Aznar.

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