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Ignacio Villa

Diálogo sin trampas

Todos hablan de diálogo. Todos hablan de avanzar en la paz. Todos, en definitiva, se quieren subir al carro del protagonismo, pero nadie cede un ápice en sus argumentos. Para dialogar hay que ceder. Y para ceder hay que tener un talante real de llegar a un consenso. Pero la palabra diálogo no puede ser una trinchera para negar la Constitución y el Estatuto, ni una excusa para seguir utilizando las pistolas, ni un escondite para no definir las verdaderas estrategias políticas.

En esta guerra de reproches y de acusaciones hay que ser justos: al Gobierno no se le pueden negar sus medallas. El Ejecutivo de Aznar ha ejercitado el diálogo en todos los frentes. Habló con el PNV, llegando a un acuerdo de legislatura. Durante la tregua, el Gobierno habló con ETA. Y también en ese momento lanzó puentes de acercamiento a todo el mundo de EH. Con el PSOE, las puertas siempre han estado abiertas.

Diálogo, de acuerdo. Pero sin engaños. El gobierno ha intentado repetidas veces poner bases para cimentar una buena relación con el lendakari Ibarretxe. La respuesta ha sido Estella. Con el PSOE, el ejecutivo está dispuesto a llegar a una acuerdo claro para la lucha antiterrorista, pero también quiere alcanzar una disposición común para un posible Ejecutivo que gobierne el País Vasco. Y el PSOE no se define. No lo hace por pura estrategia política. Una estrategia diseñada por Felipe González.

Esto es especialmente grave, una vez perdido el PNV para la causa democrática. El PSOE esta haciendo de su indefinición un error político. Habla de lealtad al Gobierno, pero al mismo tiempo juguetea con el PNV. Insiste en una estrategia común con el Gobierno, pero luego le acusa de cerrarse en banda. Pero, quizá lo más preocupante, es que utiliza y malgasta el concepto de diálogo.

¿Diálogo?, por supuesto. Pero también definición del PSOE para después de las elecciones. La situación es difícil. Y para ello hace falta una solución extraordinaria. Si el PSOE se define, y acepta trabajar conjuntamente con el PP antes y después de las elecciones, los votantes se lo reconocerán. Esta actitud de ambigüedad, sí que les hace daño.

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