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Ignacio Villa

La desaparición de los sucesores

La polémica tras las críticas de Álvarez Cascos al uso público de las encuestas (privadas) del PP, ha vuelto a dejar en evidencia a los tres candidatos "oficiosos" a la sucesión. Otra vez Rodrigo Rato, Mariano Rajoy y Jaime Mayor Oreja no han dicho esta boca es mía. Nadie sabe si están o no de acuerdo con Cascos. En principio, suponemos que los tres estarán de acuerdo con Aznar, pero seguimos esperando sus opiniones. En todo caso, no es la primera vez que ocurre. No hace mucho, en los días previos a la huelga del 20-J, los tres volvieron a desaparecer. Entonces, el secretario general del PP, Javier Arenas, tuvo que salir a dar la cara por el Gobierno mientras muchos de los ministros se escondían por miedo a quemarse.

Ahora, y aunque la polémica hace referencia a la parcela de Arenas, se echa de menos a los tres pesos pesados del PP. Ninguno ha salido en ayuda de la organización interna del partido. Son los vicesecretarios, de modo que se supone que su experiencia y autoridad en el “aparato” del Partido Popular deberían haberse aplicado para poner un punto de cordura y sentido común en esta polémica. En cambio, su intencionada desaparición nos confirma que las cosas están cambiando y que, abierta la carrera de la sucesión, es imposible mantener la armonía interna habitual hasta ahora. Rato, Rajoy y Mayor Oreja no se posicionan simplemente porque no quieren situar a nadie en contra de sus candidaturas. Son conscientes de que detrás de Álvarez Cascos hay más dirigentes y militantes que piensan igual que él y que, por lo tanto, enfrentarse a Cascos es enfrentarse a una parte del partido.

Así pues, la situación no es fácil y es posible que siga repitiéndose cíclicamente. Puede ser que el Gobierno y el PP consigan “enfriar” la tensión en los próximos días, pero no hay que engañarse: la ansiedad está ahí. Al final, Aznar tendrá que tomar cartas en el asunto, pero si no quiere que se vuelva a repetir una situación similar, las medidas no deberían ir por la vía disciplinaria, sino por la distensión y el razonamiento. Lo cierto es que mantener tantos interrogantes abiertos no beneficia a nadie. Es evidente que Aznar tiene una agenda adaptada al ritmo de quien se supone que se retirará en menos de dos años, pero sus decisiones afectan a personas que en 2004 seguirán en la política. Ese matiz no lo podemos olvidar, ya que los partidos políticos se componen de personas y éstas necesitan saber qué será de ellos cuando el sucesor sustituya al actual presidente.

Pese a todo lo dicho, lo que al PP no le viene nada bien es que sus candidatos a la sucesión pasen el año próximo escondiéndose ante los problemas. El Partido Popular más bien necesita lo contrario. Por eso ahora es el momento adecuado para saber quién sirve de verdad para solventar los imprevistos y para aglutinar al PP. No podemos olvidar cómo, si nos hubiéramos fiado de las encuestas en 1989, Aznar no habría sido candidato a la presidencia del Gobierno. Basta consultar en las hemerotecas...

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