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Ignacio Villa

La foto de don Manuel

La insistencia de Manuel Fraga en la propuesta sobre la representación autonómica en los Consejos de Ministros de la Unión Europea ha desconcertado mucho al Gobierno y al PP. Su iniciativa es una rémora para la fuerza que el Ejecutivo español debe expresar en Bruselas y, además, está provocando una crisis interna cuyas dimensiones no se pueden todavía cuantificar. Empezando por el PP, por primera vez desde 1989 Don Manuel, como le llaman todos cariñosamente, ha roto la disciplina interna y no parece dispuesto a ceder un ápice en su iniciativa. Es una situación nueva para los dirigentes populares, que no saben bien como reconducirla pausadamente. Don Manuel es don Manuel y todos están buscando un mecanismo que sirva para atemperar los impulsos.

Desde luego, estamos ante un buen papelón. Al final, todo el protagonismo va a recaer en el propio presidente Aznar, que va a tener que lidiar la historia. Por el momento, después del primer tanteo telefónico entre el propio Aznar y Fraga, las cosas continúan como estaban. Nadie cede. Fraga conoce bien a su partido y conoce bien a los suyos. Está forzando la cuerda, pero no sabemos hasta qué límite ni hasta cuándo está dispuesto a mantener esta actitud. En el PP se preguntan cuáles son las razones que llevan a don Manuel a mantener este pulso. Se lo preguntan, pero no encuentran respuesta.

Lo cierto es que, durante su estancia en Madrid, Fraga se ha puesto serio y ha recordado a su partido que en el PP no ocurre como en el PSOE: "Aquí, él que se mueve sigue saliendo en la foto", dijo. Son palabras de alguien que conoce perfectamente el terreno que pisa. Afirmaciones que se han de interpretar como un claro aviso a navegantes. Todo tiene un límite. José María Aznar se encuentra ante una incipiente crisis interna y, estando Fraga de por medio, adquiere la categoría de "muy peligrosa". Todavía están a tiempo de resolver la cuestión sin ruido ni consecuencias, pero tiene toda la pinta de que el propio Aznar se va a tener que emplear a fondo para encontrar una solución que no deje mal a ninguna parte.

Pero, en realidad, no se entiende muy bien la propuesta de Manuel Fraga. Él, que conoció bien las interioridades europeas desde su escaño de Parlamento Europeo, sabe que lo que propone es muy complicado. Hay razones fundacionales de la Unión Europea para desbaratar la iniciativa. Hay motivos políticos para que no prospere la propuesta. Hay trabas legales que hacen inviable el proyecto. Pero además, hay cuestiones de simple funcionamiento que invitan a no plantearlo. Las instituciones europeas como los Consejos de Ministros comunitarios no se pueden convertir en plazas públicas de pretensiones locales. En Europa, el Gobierno español se debe presentar con una voz y con una voluntad. Mostrar en público intereses partidistas de diecisiete Comunidades Autónomas debilitaría la posición del Ejecutivo en cuestiones en las que hay que lidiar con muchos países. La pretensión de la presencia autonómica en los Consejos es una torpeza que dinamita la eficacia y el peso especifico del Gobierno español, sea del signo que sea. Fraga está creando un problema a su partido, pero sobre todo debilita la capacidad de España en una Europa Comunitaria cada vez más grande y compleja.

Sinceramente, don Manuel se equivoca.

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