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Ignacio Villa

La sociedad del miedo

Los tristes sucesos que se han vivido en San Sebastián, con la muerte accidental del escolta de una concejal socialista, nos vuelven a situar en la dura realidad del País Vasco. Lo ocurrido, ya se ha confirmado, ha sido un accidente. Pero ha sido un accidente provocado, de forma involuntaria, por la tensión en la que viven inmersos miles de ciudadanos vascos. En una sociedad sometida al miedo terrorista que sólo entiende de asesinatos, de bombas o de disparos en la nuca, no nos puede sorprender que ante cualquier situación equívoca, como a la que ahora nos referimos, la tensión acumulada salte por los aires.

El muelle de la presión de muchos cargos electos del PP y del PSOE y de sus escoltas está comprimido al máximo. Los nervios, a flor de piel; los resortes, preparados para cualquier contingencia; viven en una guardia permanente, no hay descanso ante la posibilidad de que los asesinos de ETA actúen de una forma o de otra.

Muchos ciudadanos vascos conviven permanentemente con el miedo y el temor, simplemente por ser demócratas. Se ven arrojados a sobrevivir en una situación límite. En el País Vasco se vive sin vivir; se vive sufriendo. Un paseo matutino un día cualquiera, una actividad de esparcimiento en una jornada de fiesta, un rato de ocio en un cine o en una cafetería son cotidianas en cualquier lugar de España, pero en el País Vasco se trata de posibilidades remotas para muchos.

En una sociedad plagada de chivatos terroristas, un coche mal aparcado, un paquete abandonado, un itinerario repetido, un rostro con el que nos cruzamos todos los días pueden ser trampas terroristas. No es un complejo generalizado de persecución, es la dura realidad: es la sociedad del miedo. Este modelo social está provocado por la banda terrorista ETA, amparado por su brazo político Batasuna y consentido desde la distancia por el nacionalismo en el poder. Es precisamente el Gobierno vasco, elegido democráticamente por los ciudadanos, el que debería tomar buena nota de lo ocurrido. Su pasividad provoca que en el País Vasco se viva con miedo, en muchos casos con pavor. La sociedad vasca se encuentra en permanente estado de alarma y sus gobernantes no se quieren enterar.

Cuando el grifo se abre, la presión sale como una tromba.

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