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Ignacio Villa

La sombra de Bulgaria

Dos días después de que Francisco Álvarez Cascos haya presentado sus enmiendas, que afectan directamente a la sucesión de Aznar, en la dirección del PP todavía permanecen desconcertados. Después de las desafortunadas declaraciones de los dos ponentes del texto sobre Estatutos, los populares han cambiado precipitadamente de estrategia y han decidido callar, esperar y que el fin de semana devuelva la tranquilidad a la calle Génova. En el "cuartel general" de los populares se viven momentos complicados, buscando una salida que evite la polémica y que les devuelva el control sobre el Congreso.

En el PP pensaban ingenuamente que el anuncio realizado hace semanas por parte del actual ministro de Fomento no iba a tener efecto, pero el "viejo león" ha esperado hasta el último minuto, hasta el último segundo, para desconcertar a todos. Y desde luego que lo ha conseguido. Ahora todos le miran y aguardan preocupados por lo que pueda pasar. Aquellos que querían y trabajaban por un Congreso tranquilo y desactivado han perdido la batalla. El cónclave del PP ya no será un Congreso de "amiguetes" en él que los que mandan siguen mandando y los que están aparcados siguen aparcados. El último fin de semana de enero se presenta con alto voltaje político. El guión previsto y escrito con cuidado desde hace meses ha saltado por los aires. Se acabó la uniformidad.

La dirección del PP diseña ahora la reacción. La negativa de Ana Mato y Ángel Acebes sobre las enmiendas de Cascos –piensan muchos– ha sido una grave equivocación. Es plantar batalla antes de tiempo polemizando de forma innecesaria. En este sentido, a Álvarez Cascos le ha faltado tiempo para recordar que el Congreso del PP no será un Congreso “a la búlgara” y que, por lo tanto, enmendar no significa discrepar, ni criticar. El Congreso del PP –ha matizado– es un lugar para el debate, no para las aclamaciones. Álvarez Cascos está actuando con una sabiduría política que ha dejado en evidencia la debilidad y precariedad de bastantes dirigentes del PP, acostumbrados a permanecer constantemente en “posición de saludo”.

El que fuera secretario general del PP durante una década ha abierto un portillo a la pluralidad. Cascos ha recordado a los “jóvenes” que la peor trampa en la que pueden caer es la ausencia de personalidad política. Pase lo que pase ya en el Congreso, Álvarez Cascos ha conseguido que la única y verdadera preocupación de los militantes del PP, como es la sucesión de Aznar, no sea una cuestión de pasillo y de corrillo. Cascos ha hecho un favor a su partido. Gracias a él, el Congreso de los populares tiene la oportunidad de aparcar la etiqueta de “búlgaro”. Esa pluralidad, a muchos no le gusta. Y es que la mediocridad prefiere la ausencia de protagonismos.

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