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Ignacio Villa

¡Otra vez los complejos!

La polémica que ha surgido en torno al homenaje mensual a la bandera nacional ha colocado con estrépito sobre la mesa una buena colección de complejos históricos que una gran parte de políticos españoles se niegan a arrinconar de una vez por todas.

A esta alturas de la película seguimos arrastrando de forma casi enfermiza algunos viejos "tics" de la época franquista. Hay todavía quienes siguen identificando la bandera y el himno nacional con un régimen o con un partido político. Parece que no se quieren enterar de que en pleno siglo XXI, en una democracia consolidada, nada tiene que ver una cosa con la otra. No hay más que observar, por ejemplo, el graderío del Estadio de Saint Denis de París con la selección francesa de fútbol en el césped y ochenta mil ciudadanos cantando "la Marsellesa" o el estruendo del viejo estadio de Wembley de Londres con "Dios salve a la Reina". Son dos ejemplos deportivos, pero que son aplicables a otros muchos terrenos. En esos escenarios todos cantan y todos están orgullosos de sus himnos. Los de izquierdas y los de derechas, los de arriba y los de abajo.

Ciertamente, en España ya estamos acostumbrados a la mezquindad nacionalista a la hora de "huir" de todo lo que sea español. Una actitud más cercana a lo "pueblerino" que a lo ideológico. Tampoco son nuevos, los "desvaríos" de Izquierda Unida en esta cuestión, por algo son una simple coalición marginal. Pero lo que sí llama poderosamente la atención, incluso se puede catalogar como preocupante, es la actitud del Partido Socialista con su "intrépido" portavoz parlamentario al frente. Jesús Caldera ha salido como un "basilisco" criticando la iniciativa del Gobierno de realizar mensualmente un homenaje a la bandera. El PSOE, que se dice un partido nacional, vuelve a darnos una lección de pura contradicción y de ausencia de proyecto. Como tantas otras veces cuando aparece en escena una cuestión de estas características, los socialistas nos enseñan con absoluta nitidez sus problemas internos. Problemas de unidad de criterios y de proyectos conjuntos. Esa es la pura realidad del Partido Socialista, que Rodríguez Zapatero intenta disimular con fuegos de artificio, pero que a la hora de la verdad aflora de una forma o de otra. El PSOE, una vez más, demuestra a todos el difícil juego de equilibrios que se vive de puertas adentro y que antes o después deberá saltar por los aires electorales.

En todo caso, quede claro que el revuelo sobre el homenaje a la bandera se antoja como una polémica artificial. Más propia de mentes acomplejadas por la historia y que se niegan a cerrar viejas convulsiones sociales. Y es que unos huyen de la normalidad, puesto que necesitan la confrontación para sobrevivir; y otros quedan en evidencia al polemizar sobre cuestiones que deberían ser parte de la primera lección del "Manual de actuación". Los primeros son los nacionalistas, los segundos los socialistas. Unos y otros ,veinte años después, siguen sangrando por la misma herida. La herida de los complejos.

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