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Ignacio Villa

Una decisión inevitable

La decisión tomada por Alejandro Agag para retirarse de la política se antoja como algo que era absolutamente inevitable. Hay que aplaudir que antes de que puedan comenzar los dimes y diretes, Agag haya decidido poner tierra de por medio. Además, anunciando su decisión ahora, de esta forma, deja una puerta abierta para volver a la política dentro de unos años, cuando su futuro suegro –el presidente Aznar– haya dejado el poder. Era irrespirable la situación que se había creado alrededor de Agag desde que la pasada Navidad anunciara la decisión de casarse con Ana Aznar Botella. El ambiente estaba cada vez más enrarecido, abarrotado de medradores, de trepas y de fracasados en busca de poder.

La situación de mayor perplejidad se vivió a finales de enero, durante el Congreso Nacional del PP. Alejandro Agag se convertía en la figura del Congreso, destelleante para unos, pero preocupante para otros. Muchos dirigentes populares se preguntaban si el presidente Aznar, tan firme y discreto en lo privado, iba a dejar que los lazos familiares pudieran influir en la carrera de su futuro yerno y, sobre todo, en el circulo de “pelotas” que habían surgido como setas. Por lo que hemos visto, la decisión ha sido tajante: cortar por lo sano. Y parece haber sido la más correcta.

El ambiente en torno a los “pipiolos” del llamado “clan de Becerril” no era el más conveniente. Más de uno, sin una previsible carrera política de éxito, pensó entonces que estar cerca de Agag era un seguro de éxito. Pero el tiempo les ha demostrado que se han equivocado. No habría sido nada bueno que se hubiera fabricado a la sombra de Alejandro Agag un ejercito de jóvenes populares, sin trabajo de partido y sin trayectoria política, que estuvieran manejando poder por ser simplemente “amigos” del yerno. El “clan de Becerril”, un atisbo de corriente interna dentro del PP, queda dinamitado con esta decisión.

Si alguno pudo pensar que iba a curar sus deficiencias políticas a la sombra de Agag, esas expectativas se han cerrado de cuajo. Su decisión ha sido la adecuada. Era inevitable, como inevitable es pensar que el presidente Aznar ha estado detrás de esta anuncio. La vida misma.

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