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Javier Somalo

Los dosieres o el ocaso voluntario

¿Son Soraya, González, Granados, Villarejo, Casals y sus respectivos entornos y "troncos" los muñidores de estas prácticas?

¿Son Soraya, González, Granados, Villarejo, Casals y sus respectivos entornos y "troncos" los muñidores de estas prácticas?
EFE

Parece cosa endémica de la derecha aniquilarse cada cierto tiempo sin injerencia enemiga. El ejemplo más a mano es la destrucción de un partido que se creó para poder gobernar en democracia después de Franco: la UCD. Su harakiri –nada que ver con el protagonizado por las cortes franquistas– nos condujo a un régimen socialista de catorce años que para algunos era la consumación de la Transición española.

Pero la hecatombe en el partido de Adolfo Suárez enseñó a Felipe González a blindar el PSOE creando un Estado-Partido en el que militancia y obediencia estuvieran por encima de todo. En ese tiempo la derecha tuvo ocasión de recomponerse sumando familias, tendencias y fundaciones en torno al proyecto político de Aznar. Funcionó, pero las familias seguían dentro y a la vista queda que la casa se les hizo pequeña e incómoda. Lo que podía reducirse a una crisis de ideologías ha dado paso a la guerra por el poder desideologizado.

Lo de los dosieres no es, ni mucho menos, una costumbre nueva pero como internet reduce exponencialmente el tiempo de resistencia, da para más escándalos por minuto y no precisa de un juicio justo. No hay serie de ficción que lo supere. Se apuesta por candidatos marcados, que juran el cargo con el dosier ya encuadernado y los vídeos ya editados por encargo de aquellos que les aplaudirán en un mitin. Por lo visto, se les conduce a los puestos de poder embridados por episodios personales que les harán caer si es oportuno, porque en algún momento será oportuno. Un simple click fundirá para siempre al androide político. Chatarra en un día.

Pero lo fundamental del caso Cifuentes es el claro aviso que se ha lanzado: los dosieres existen, se usan y funcionan en cuestión de horas. Y si sobra material una vez cobrada la pieza es para demostrar que había bastante como para tumbar al susodicho una y mil veces. ¿No es para tanto lo de los cursos?, pues toma cremas. ¿No es para tanto lo de las cremas? Pues toma, toma y toma. Por si acaso. Que todo el mundo sepa que había plan B, C, D… Aseguran que todo esto se sabía hace tiempo y, aun así, la diputada fue aupada a la Delegación del Gobierno y de ahí a la presidencia regional. El drama es que no debió llegar a unas responsabilidades que ejerció con éxito. La paradoja es que ese éxito la mató.

Ya se ha dicho casi todo sobre el dosier de Cifuentes y como es enormemente sencillo encontrarlo en la red supongo que no desvelo misterio alguno. Leerán o ya habrán leído que, según el informe, la ex presidenta ovacionada en Sevilla es cleptómana, no sólo a cuenta de las cremas de Eroski, donde quizá nos falte por ver el momento exacto del supuesto hurto, sino también de efectos personales de alumnas en el colegio mayor Antonio Caro donde fue directora allá por finales de los noventa. No busquen pruebas o denuncias. Leerán, habrán leído o les contarán, por arte de competencia digital, que además aparece como aficionada al sexo y a la magia negra, que practicaba vudú contra sus enemigos y que se puede demostrar con imágenes. Puede sonar a broma pero no lo es: así es el dosier y ya se ha contado en muchos medios. Y lo más grave es que tanto para elaborarlo como para contrarrestarlo se han usado recursos policiales, recursos públicos.

Que todo lo que se dice sea verdad o mentira parece lo de menos. Ella misma desmintió este viernes en un mensaje a Federico Jiménez Losantos la acusación de cleptomanía y negó haber estado bajo tratamiento alguno. Pero el dosier se ha hecho y hay más. De diez cosas, bastan cuatro para tumbar a quien corresponda. Decía José María García que el rumor es la antesala de la noticia. Hoy esa antesala, apenas cuchitril, es el patíbulo que condena sin juicio. Al referirse a Cifuentes, Francisco Granados ha dejado una frase de resumen que podría escucharse sobre el fondo musical del himno del PP interpretado a mandolina y en versión tarantella: "Si buscas venganza, cava dos fosas". O sea, la espiral que lleva a la extinción de las especies inferiores. ¿Cuántas fosas dobles compondrán la memoria histórica del PP?

¿Son Soraya, González, Granados, Villarejo, Casals y sus respectivos entornos y "troncos" los muñidores de estas prácticas? ¿Son Feijóo, Cospedal o Casado las próximas víctimas o han resistido ya el ataque sin resultados publicables?

Como detalla Pablo Montesinos en su documentada crónica, lo que no es rumor sino una verdad amarga es que en el PP ya sólo preocupa la supervivencia porque el chupinazo de los dosieres ha inaugurado la macabra fiesta de los sacrificios. Una pieza derriba sin remedio a la siguiente. En este nuevo escenario de demolición encadenada Alberto Núñez Feijóo ya se ha dirigido a los suyos para alertar del más que posible bombardeo. Una foto fuera de tiempo y contexto en la portada de El País no hizo los estragos suficientes pero quién sabe si el gallego soportaría una andanada en condiciones de La Sexta Flota al completo.

Siguiendo el axioma, y eliminada Cifuentes, a María Dolores de Cospedal ya le da el aire en la cara y le trae un aroma que le resulta familiar. Es público que han intentado varias veces derribarla por la vía conyugal y es consciente de que volverán a intentarlo, como dijo Cifuentes, "día y noche, por tierra, mar y aire". En cuanto a Pablo Casado, hemos asistido a las primeras escaramuzas por el curriculum aprovechando el tirón de la primera fase de la Operación Cifuentes. Ahí se ha quedado la cosa por el momento. En todos los casos, hemos visto el rayo; falta el trueno.

No hace falta aclarar que lo tienen en común tantas barbas en remojo es su posibilidad de suceder, a título de presidente, a la gran barba. Y habrá quien diga que cuando no hay qué esconder tampoco hay qué temer. Pero, ¿resiste en pie ese lógico argumento ante un desliz telefónico o videográfico, una reforma sin factura, una asistenta sin contrato, una copita de más, un IVA de menos, un tuit macarrilla…? En Podemos, quizá; en el PP, no.

Pero observando con detenimiento el bando de los posibles muñidores se detecta a la legua quiénes se mueven por ajustes de cuentas y fosas en pareja y a quién apunta el inexorable dedo del cui prodest, quién sobrevuela las baterías enemigas en televisión, papel e internet sin que suenen las alarmas.

José Manuel García Margallo, otrora canciller en cap, ha empujado a la arena de Madrid a su íntima enemiga Soraya Sáenz de Santamaría, la que jamás sufre caricaturas en La Sexta, la inmaculada Santamaría, la única flor del secarral genovés. Que se presente y se someta a escrutinio público, lo merece su impoluta trayectoria, dice el falso converso en un exagerado tono de alabanza que enfatiza su aviesa intención. Si quiere gobernar España –viene a concluir Margallo– necesita una conquista territorial a la altura de su categoría.

No despreciemos estas declaraciones porque quien las pronuncia pasó por ser uno de los pocos amigos del presidente Rajoy y, aunque hubo cajas destempladas en la despedida, sigue siendo el creador del llamado G8 (Pastor, Fernández Díaz, Arias Cañete, Soria, Wert y García Tejerina, en su día Gallardón,de vez en cuando Catalá y a veces García Escudero), grupo de populares como los Siete Magníficos de Fraga, que vigilan –o vigilaban, porque quedan pocos– por los intereses comunes. Muchos de ellos saben de sobra que una buena portada puede mandarte a pasear por el parque del Retiro.

La guerra abierta en el seno del PP es más grave que cualquiera de las que haya podido librar con el PSOE. Saben que el peor ataque llegará desde dentro. Es este ocaso voluntario lo que demuestra que la lucha es a muerte y que si la única flor en el desierto corriera peligro ante el paso torpe un amigo o de un incauto ciudadano… habrá que sacar su dosier.

La UCD saltó por los aires y Suárez murió sin memoria. El PP lleva el mismo camino con mucha menos gloria.

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