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Juan Carlos Girauta

El eterno retorno a la Moncloa

¿Por qué el PP se deja hacer la misma bribonada una y otra vez? Es algo que pertenece al mundo del misterio, a la dimensión desconocida, o, más noblemente, al eterno retorno, a Platón, a Nietzsche. Quién sabe.

En un cuento de Borges, un hereje condenado a la hoguera por postular el eterno retorno permanece fiel hasta el fin a sus ideas, al extremo de avisar a sus verdugos de que no encienden una pira sino un laberinto de fuego y, lo que es más escalofriante, que eso lo ha dicho muchas veces: las infinitas veces que ha sido quemado. En el eterno retorno no hay memoria de las veces anteriores, pero, de ser así, todos a una podríamos decir con el hereje del cuento, cada vez que Mariano Rajoy –trivialidad y jefatura– es convocado a la Moncloa: “¡Esto lo he visto muchas veces!”

A lo mejor a Mariano Rajoy –soliloquio y enjuague– le pasa con Moncloa lo que al común de los mortales con el eterno retorno y no recuerda la recurrente jugarreta, cuya operativa es más o menos así: un asunto X está moliendo a Rodríguez en las encuestas; Rodríguez se pone la púrpura, se inviste de sentido de Estado y declara solemne que para tratar el asunto X va a convocar al líder de la oposición; éste, por elegancia y buena cuna, rebaja el tono hasta que llega la reunión; el ínterin es aprovechado por los killers del PSOE para trabajarle el hígado a gusto al convocado, entretenimiento al que se suma ocasionalmente el propio Rodríguez; la prensa va viendo el asunto X no ya como un problema del PSOE sino “del los políticos”; Rodríguez recibe por fin al burlado, le hace un juego de cubiletes rápido, le saca una moneda de la oreja; en rueda de prensa, el engañado farfulla que no sabe qué pensar; el Gobierno le afea la poca talla; Rodríguez ha parado o amortiguado el golpe del asunto X.

En esta ocasión, inmediatamente después de la formal convocatoria para hablar de economía, de la crisis financiera, de la ola de miseria que se viene, ya se puso a faltar el presidente a su invitado, al que tiene bien cogida la medida, con la coñita de que la banca mundial estaba esperando sus consejos. Luego han venido los golpes bajos del especialista en bajezas. El bachiller Blanco ha comparado al invitado con un pavo real, ha atizado su fama de holgazán y lo ha pintado como el mayor irresponsable del reino: “le importa un bledo que se derrumbe el edificio financiero”.

¿Por qué el PP se deja hacer la misma bribonada una y otra vez? Es algo que pertenece al mundo del misterio, a la dimensión desconocida, o, más noblemente, al eterno retorno, a Platón, a Nietzsche. Quién sabe.

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