Menú
Juan Carlos Girauta

Rescátate a ti mismo

Expertos que fueron incapaces de predecir lo que se avecinaba insisten ahora en las bondades del plan de rescate y sitúan el origen del próximo Apocalipsis en el chasco parlamentario, no en las prácticas de alto riesgo de las entidades

Ante el desmoronamiento del sistema financiero, los americanos han corrido a protegerse bajo un techo que lleva dos letras muy grandes, ene y o: No al "plan de rescate". Si el techo es de cartón y ese "no" aleja las posibilidades de salvación, como sostienen Bush y el frustrado dictador Paulson, pronto se verá. El americano medio tiene grandes dudas sobre el cómo, el cuánto (que nadie se confunda, del total nada se sabe), el para qué y, sobre todo, el para quién.

Fieles a lo que aquí llamamos "que cada palo aguante su vela", no ven con malos ojos, después de todo, el hundimiento de entidades crípticas que han perdido su formidable valor en unos meses sin que las agencias de calificación se enteraran y que han incurrido en prácticas fraudulentas y condenadas al fracaso: la famosa combinación de manzanas sanas y manzanas podridas en cajas herméticamente cerradas. El inevitable final es, naturalmente, la podredumbre generalizada.

Expertos que fueron incapaces de predecir lo que se avecinaba insisten ahora en las bondades del plan de rescate y sitúan el origen del próximo Apocalipsis en el chasco parlamentario, no en las prácticas de alto riesgo de entidades aparentemente respetables, comandadas por los hombres mejor remunerados del mundo.

La exposición a las inclemencias aumenta en la medida en que uno forme parte del hasta ahora benéfico capitalismo democrático que, de Thatcher a Aznar, convirtió en accionistas a millones de ciudadanos, aunque fuera mediante la sufrida suscripción de fondos de pensiones que están quedándose en nada y que, según la estomagante publicidad de los últimos años (música clásica con aire de himno, gente sonriente marcando el paso), habían de conducirnos a la felicidad. Aquellos autómatas caminaban hacia el abismo.

Es verdad que la conversión de tantos pequeños ahorradores en capitalistas aireó las bolsas, insufló vida a muchos proyectos y propició las grandes privatizaciones de antiguos elefantes públicos. Hoy, en España, aquellos viejos monopolios constituyen las únicas empresas competitivas a nivel global. ¡País de emprendedores! No creo que sea culpa de los americanos.

Tampoco que seamos el país desarrollado donde más crece el paro, ni que nuestros bancos y cajas hayan dedicado el 60% del crédito al obsolescente ladrillo. El sistema financiero mundial se estará muriendo, pero la economía productiva española ya venía enferma. Por cierto, no deja de ser curioso que no nos inviten a la reunión parisina que "ha de poner las bases al nuevo sistema financiero internacional"... cuando el nuestro es "el más sólido del mundo". ¿O no, Rodríguez?

En Libre Mercado

    0
    comentarios