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Siguen desfilando los directivos del Barcelona. Ya sean éstos amigos, enemigos, ex colegas o medio pensionistas de alguno de sus innumerables hoteles, continúa para Joan Gaspart el lento pero inexorable goteo de aquellos que un día, hace ya mucho, pensaron que este hombre podría dirigir el club azulgrana. Coincidiendo con la Pasarela Gaudí, la "Barcelona Fashion Week", se han largado con viento fresco otros dos. El más sorprendente ha sido el adiós de Salvador Alemany, directivo culé desde hace veinte años y en la actualidad presidente de la sección de baloncesto. El otro, Enric Lacalle, posee mucho menos "peso mediático" que el anterior.

El caso es que a los vicepresidentes dimitidos va a haber que ordenarlos ya por riguroso orden alfabético, a saber: Alemany, Salvador; Castells, Joan; Fernández, Angel; Llauradó, Jaume; Martínez Rovira, Josep y Masfurroll, Gabriel. Seis vicepresidentes a quienes Gaspart ha sustituido por otros con el único objetivo de continuar amarrado a la presidencia del club, contra todo y contra todos y, sobre todo, contra los intereses del propio Fútbol Club Barcelona. Se trata única y exclusivamente de una cuestión de soberbia personal, de orgullo mal entendido, y una buena prueba de esto que digo se produjo el mismo día de la presentación de Radomir Antic; en ese instante Gaspart dejó claro que había contratado al serbio con el objetivo de que le salvara el cuello "a su presidente" porque había muchos que ya le querían dar la extremaunción.

Parece que Alemany le rogó a Gaspart que dimitiera y convocara elecciones anticipadas, a lo que el presidente se negó rotundamente. Es exactamente lo mismo que pretende pedirle ahora Ramón Fusté a través de esa moción de censura frenada de forma tan "chusquera" por la mini directiva. Es lo mismo que acaba de exigirle Lluis Bassat. Porque el problema del Barcelona es deportivo, sí, pero sobre todo institucional. Antic hará lo que pueda pero no podrá arreglar nunca una situación como la que se está viviendo en los despachos del Camp Nou.

Gaspart está dispuesto a poner en serio riesgo la estabilidad del Barcelona con tal de que la posibilidad (remota) de ganar la Champions no le pille marchándose del club. Por eso le pone cien "kilos" a Antic encima de la mesa, y otros cien más por ganar la Liga Europea. Por ganarla para él, para Joan, para "su presidente". El final deportivo de este hombre puede resultar trágico, solo, enfrentado con todo el mundo y acompañado únicamente por un directivo que, para más inri, se apellida Bernabéu. ¿Es o no es fashion?

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