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El “G-14” quiere ser de mayor “G-15” pero, a pesar de los miles de millones que genera y la influencia social que posee, se niega a sí mismo la posibilidad de forzar un debate serio con la FIFA a propósito de este calendario de locos. El insólito Australia-Francia que impide al Real Madrid contar con los servicios de dos de sus profesionales mejor pagados, el esperpéntico caso de la maltrecha rodilla de Roberto Carlos o el hecho mucho más cercano, ¡para qué mirar hacia otro lado!, de nuestra selección sub-21 impidiendo al Barcelona alinear a Xavi y Gabri contra el Valladolid, son sólo algunos de los ejemplos enquistados en el día a día futbolístico. No hay más que escuchar el SOS de Rivaldo, advirtiendo que en cualquier momento sobrevendrá una tragedia, para saber que algo no funciona.

Me parecen muy preocupantes las declaraciones de José Antonio Camacho, convertido en el nuevo Cascorro federativo, apelando a los acuerdos suscritos (él firmó otro con el Real Madrid y lo rompió a los treinta días) y diciendo que ahora los futbolistas viajan en avión y con todas las comodidades. Me parece que nuestro seleccionador, a medida que se acerca el Mundial, avanza más decididamente hacia el limbo, siguiendo los pasos de Santamaría, Suárez o Clemente. Debe ser el siroco de Japón y Corea.

Uno de los primeros en vislumbrar estos riesgos fue, allá por los años 90, Augusto César Lendoiro. Al presidente del Deportivo le dieron estopa de variado calibre y no peleó más contra los molinos de viento de Joao Havelange. Se quedó sólo y decidió invertir lentamente el proceso, sin llamar la atención. ¿Cómo? Españolizando al club. Con los pies de plomo, el Depor ha fichado a Molina, Víctor, Capdevila, Valerón o Manuel Pablo. Sus extranjeros no resultan tan llamativos como Zidane o Rivaldo, fijos con Francia y Brasil caiga quien caiga, por lo que Irureta no queda tan desprotegido cuando “atacan” los seleccionadores. Me refiero a jugadores como Djorovic, Makaay, Scaloni, Naybet, Pandiani o Helder; son grandes futbolistas que, sin embargo, no están todo el día en las votaciones de “France football”, en las galas del “mejor del año” o la elección del “portugués del siglo”. A la chita callando, el Deportivo de La Coruña ha dado con la fórmula exacta para resultar competitivo sin dar demasiado el cante.

Lendoiro ha sabido adaptarse mejor que nadie al medio. No ficha a Saviola, pero tiene a Djalminha; no sorprende al mundo con Palermo, pero contrata a Tristán. No pierde el tiempo con Mendieta porque cuenta con Fran y recupera al olvidado y rejuvenecido Amavisca. Por no sonar, ni siquiera Irureta suena como futuro seleccionador, mientras que a Jesús Gil le tocan las narices con Luis Aragonés. El Deportivo de La Coruña es el equipo invisible.

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