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Juan Manuel Rodríguez

El fútbol es como una caja de bombones

Lo más lógico habría sido que Olalla y Bravo hubieran jugado por las bandas y Pavón y Helguera lo hicieran como defensas centrales. Sin embargo, Queiroz optó por enrevesarlo todo al colocar a Pavón en una posición inédita para él hasta el domingo –lateral derecho– dando entrada a Rubén, un futbolista muy cuestionado en el estadio Santiago Bernabéu, como acompañante de Helguera. Y aunque el lío táctico lo pagó Rubén (luego iremos con eso) lo cierto es que los mayores problemas vinieron por la banda de Pavón, superado en todo momento por Reyes. Al sustituir a Rubén en el minuto 25, Queiroz reconocía abiertamente su error, pero, lejos de arreglarlo, lo empeoró aún más "sosteniendo y no enmendallo" a Pavón en la banda derecha y colocando a Solari por la izquierda. Cuando (¡allá por el minuto 30!) Queiroz se dio cuenta por fin de que Pavón no podía jugar como lateral decidió colocarle en el centro de la defensa... ¿Y qué creen que hizo entonces?... Situar a Raúl Bravo –zurdo cerrado– ¡como lateral derecho!
 
Queiroz lo hizo tan rematadamente mal, fue tal su "siroco táctico" que alguien podría pensar que lo hizo adrede para poner en cuestión la filosofía de "Zidanes y Pavones" que defiende Florentino Pérez a capa y espada. Pero no creo que esa malicia se sostenga por mucho tiempo. Queiroz se volvió loco porque reacciona mal ante la adversidad y porque, aunque parezca mentira, todavía no sabe bien dónde pueden y no pueden jugar sus futbolistas. La conclusión de Queiroz es tan simple que me recuerda mucho a las de Forrest Gump. "Empezamos con poca felicidad y ellos con mucha". Por lo menos no dijo aquello de que "el fútbol es como una caja de bombones".
 
Y hablando de "bombones"... A Rubén le tocó el más amargo de todos. La decisión del entrenador acusando al defensa de todos los desbarajustes del equipo sólo le pone en cuestión a él mismo y a su estilo de dirigir esa plantilla. El mayor "rapapolvo" se lo han dado Raúl y el propio Florentino Pérez sacando la cara por el chaval. Lo que pasó en el estadio Sánchez Pizjuán de Sevilla tuvo poco que ver con la alegrías y tristezas y mucho menos con los bombones sino con el atropellamiento de Carlos Queiroz.

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