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Juan Manuel Rodríguez

La medallita de Iñaki Sáez

Recuerdo como si fuera ayer una entrevista que le hicieron a Johan Cruyff en la segunda cadena de televisión española cuando era entrenador del Barcelona. Insistía machaconamente en dos conceptos que le parecían básicos: velocidad y control. Esto es, la velocidad que un futbolista podía imprimirle al balón y la rapidez con la que otro futbolista del mismo equipo era capaz de controlar ese mismo balón para, a renglón seguido, ponerlo nuevamente en juego. Si esos movimientos se repetían una y otra vez –recalcaba Cruyff– se podría desarmar el sistema defensivo del equipo contrario. Él se defendía de las críticas que recibía por aquel entonces su esquema de tres defensas. No era suicida si un jugador del Barcelona era capaz de pasar el balón con rapidez y exactitud y otro estaba en condiciones de controlarlo y volver a pasarlo a la primera. Eso era lo que, para él, distinguía a un buen futbolista de otro mediocre. Y funcionó, vaya que si funcionó.

Entiendo que Iñaki Sáez quiera sacarle brillo al 4-0 ante Ecuador, pero no estoy de acuerdo con él. No es en absoluto significativo meterle cuatro goles a un "sparring" que baila un vals cuando tú tocas el "rock de la cárcel". La velocidad ahogó a Ecuador, pero nuestra selección está demasiado acostumbrada a jugar aparentemente muy bien ante equipos que suelen hacerlo rematadamente mal o que carecen de la entidad suficiente. No fue inteligente la medalla que se colgó Sáez; habría sido mucho más apropiado decir algo así como "a mí me preocupan equipos como Argentina o Brasil porque el objetivo de España debe ser llegar mucho más lejos de lo que lo hemos hecho en los últimos Mundiales".

A pesar de la notable distancia entre uno y otro fútbol, (hasta el punto de convertirse casi en dos deportes diferentes) saqué un par de conclusiones. La primera es que el realista Xabi Alonso está llamado a ser el medio centro de España durante muchos años. Su padre era un pulmón, pero el hijo heredó el tacto del que no abusó nunca el bueno de Perico. La segunda conclusión es que a Sáez le salió bien la jugada de confirmar a Morientes como delantero centro. El jugador madridista metió tres goles, aprovechando la ocasión que le dio el seleccionador nacional. El "moro", que lleva marcados veinte goles en veintiocho partidos, alcanza así a Telmo Zarra. Hoy ya he visto como le llamaban "Telmo Morientes", aunque no pienso que sea tan tonto como para creérselo. Alguien tuvo la ocurrencia de decir que Portillo era el "Gerd Muller del Madrid" y el chaval anda por ahí, ufano, pensando que realmente tiene algo de aquel mítico goleador alemán.

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