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Juan Manuel Rodríguez

Raúl, como Richard Burton

Cuentan que un ilustre escritor español subía siempre cojeando al estrado cuando le entregaban un premio. Fuera o no esa una leyenda urbana, lo cierto es que siguen relatando que alguien le preguntó un buen día: "¿Qué le pasa en la pierna, maestro?"... "¿Lo dice por la cojera? Nada, nada, no me pasa nada, pero no conviene que la gente piense que me van demasiado bien las cosas ¿no cree usted?" Parece que Raúl tendrá que empezar a "cojear" un poco para que alguien se apiade de él, porque ni FIFA (Luis Figo) ni tampoco “France Football” (Michael Owen) han considerado que el principito merengue haya hecho méritos suficientes para ser elegido el mejor del año. No ha sido sorprendente en el caso del "balón de oro", del que Raúl ya se había descolgado en favor de otros candidatos, pero sí lo es en la designación del "FIFA World Player".

Es curioso lo que ocurre con Raúl. Fue decisivo a la hora de conquistar dos Copas de Europa, y marcó el "gol-azo" definitivo en la final de la Copa Intercontinental. Fue un niño precoz (Jorge Valdano le hizo debutar con tan sólo 17 añitos, y en un momento muy complicado para el equipo), y es un fijo indiscutible en la selección española. Nadie pone en tela de juicio que sea uno de los mejores futbolistas del mundo, y tampoco que se merezca ya (por su trayectoria) uno de los "gordos" de la lotería futbolística mundial. Entonces ¿qué?... Muy sencillo: Raúl no se permite el lujo de "cojear" ni siquiera de cara a la galería.

En uno de nuestros "Tirachinas" le preguntamos a Valdo, delantero del equipo filial madridista, qué jugador del primer equipo le provocaba mayor respeto: ¿Figo? ¿Un campeón del mundo y de Europa como Zidane? ¿Roberto Carlos?... "Raúl", respondió, "siempre va serio a todas partes, nunca bromea. Está muy concentrado en todo lo que hace". O sea, que no "cojea". Más que concentrado, parece a veces ausente, ido. Probablemente quiera así proteger su intimidad, pero en ocasiones parece demasiado distante.

Zidane o Roberto Carlos tienen una sonrisa sincera. Hoy, viendo cómo Raúl recogía el premio al tercer mejor jugador del año 2001, le he visto iniciar una sonrisa demasiado forzada. Una mueca arrastrada. Raúl agradecía los votos, pero estaba pensando lo siguiente: "¿para esto me han hecho venir hasta aquí?". No vale sólo con ser gracioso, sino que también hay que caer en gracia. Richard Burton fue nominado para los Oscar en siete ocasiones y no se llevó ni una sola estatuilla. Raúl lleva el mismo camino como no cambie.

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