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¡Plaff!... Hasta mi casa llegó el otro día el corte de mangas que Fermín Cacho le dedicó a El Guerruj. Pensé que era el pistoletazo de salida de los 1.500, pero no. Me froté los ojos, me acerqué al televisor y no había duda: era él; Fermín, campeón olímpico en Barcelona, seguramente el atleta español más importante de toda la historia, dándole al marroquí un histérico corte de mangas. Sólo le faltó celebrar la derrota del súper-clase como hacía Bebeto, acunando a un niño imaginario, o como Leandro que se iba al córner para imitar a un perro orinando... ¿Por qué no festejar su hundimiento haciendo la "peineta"?

Es probable que entre Fermín y El Guerruj haya una larga historia de amor y odio; y carreras, sobre todo muchas carreras, con codazos, con liebres falsas, buscando la posición y la calle buena en el momento oportuno, esquivando al rival para arrancarle un segundo, una décima. Seguro que eso es así, pero cuando vi a mi campeón transmitiendo un gesto tan esperpéntico a través de la televisión, lo confieso: el mito se vino abajo.

Tengo su carrera del 92 grabada en vídeo. Miento: la tenía. Vi ganar a Ngeny, perder a El Guerruj y - con el corte de mangas fresco - grabé encima el primer programa que apareció en la tele. Creo que vendían una crema que reducía la cintura, aunque no me hagan demasiado caso porque no tenía el cuerpo para cuentos chinos.

Después vi otra vez a El Guerruj, a quien seguía un país entero. Primero feliz y contento con su medalla de plata; más tarde, llorando a lágrima viva porque en la "hora H" del "Día D" le pudo la presión. El rey de los 1.500 ya no será nunca campeón olímpico. En Atenas tendrá treinta años y un organismo desgastado por forzarlo al límite desde hace demasiado tiempo; pero para mí, Cacho no habrá ganado tampoco la medalla de oro en Barcelona. Quedó segundo, o tercero. No lo sé, no lo recuerdo. Lo borré del vídeo y de mi memoria. A la vejez, viruelas.

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