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Los enigmas del 11M

Carta a Gabriel Moris

Pues hoy se cumplen tres años desde que se abriera este blog, Gabriel, y me hubiera gustado poder conmemorarlo contigo en Alcalá, pero sigues en la UCI. Y Pilar, y tus hijos, y toda tu familia, continúan a tu lado día tras día viendo cómo, poco a poco, te recuperas. Y todos nosotros pensamos en ti y pedimos de corazón que vuelvas cuanto antes a dejarnos oír tu voz y a hacernos sentir tu presencia de ánimo y tu dignidad, que nos han dado fuerzas a lo largo de todo este tiempo.

Si pudiera, te diría que Dios escribe recto con renglones torcidos, y que detrás de cada suceso aparentemente sin sentido hay siempre un propósito. Muchas veces, viendo cómo todo parece desmoronarse, viendo cómo todos los esfuerzos parecen inútiles, uno se siente tentado de cuestionarse si merece la pena pelear por algo, si existe alguna posibilidad de vencer la enfermedad que parece habernos invadido a todos, a ti y a nosotros. Uno se pregunta, en los momentos de desánimo, si hay algo que pueda devolver la sensibilidad a esos nervios que parecen muertos y que hacen que nosotros y tú estemos postrados, luchando por recuperar la conciencia, tratando de despertar y de aferrarnos a esa lucha que parece que es lo único que queda de la vida.

Y, sin embargo, la curación, la nuestra y la tuya, van avanzando, superando cada crisis, devolviendo lentamente a los miembros la movilidad perdida, despertando poco a poco la conciencia de una sociedad y de un cuerpo que aún no se atreven a estar seguros de que todo volverá a ser como antes.

No te lo he dicho nunca, pero es tu serenidad y la de Pilar lo que más llama la atención en vosotros. Desprendéis una luz que resulta difícil de definir, la luz de quienes creen que existen cosas como la Justicia, y la Bondad, y la Esperanza. Una luz que solo pueden arrojar quienes, como vosotros, son capaces de conservar el alma limpia a pesar de todo el dolor y de la pena, y de continuar luchando a pesar de todos los sinsabores, los obstáculos y las amarguras. Una luz que ilumina a los que tienen la suerte de estar a vuestro lado. Y es esa luz la que todos aquí deseamos volver a ver en tus ojos.

Y por eso haríamos lo que fuera por acelerar tu curación. Pero no hay nada que podamos hacer, salvo intentar que sientas que estamos a tu lado.

En cierta ocasión le pregunté a un amigo por qué Dios permite el mal, estando en su mano el evitarlo. Me contestó que esa pregunta era errónea. "Al plantearla", me dijo, "estás pensando en un Dios ajeno al mundo, que contempla el mal que hacen los hombres desde una altura inaccesible y desdeñosa, cuando no es así."

"Mira", me dijo, "Dios no está fuera del mundo, sino en él. Dios está en cada inocente que sufre. Y cuando alguien hace daño a un hombre, el que sufre en ese hombre es el propio Dios."

Creo que no he conocido nunca a nadie que transmitiera como tú y Pilar ese concepto del Cristianismo como religión del amor. Un amor que lucha porque el mal no triunfe, sí, pero que es capaz, al mismo tiempo que odia el mal, de perdonar al que lo causa. Hace falta mucha hermosa inocencia para sentir así. Y es por eso que te necesitamos, Gabriel. Porque nosotros no somos, ni de lejos, tan capaces de amar como tú.

Necesitamos que te recuperes, Gabriel, y que estés a nuestro lado, para no correr el riesgo de terminar siendo como ellos, como los que han causado tu dolor y el de tanta otra buena gente. Para no perder de vista que detrás de cada malvado hay también un ser humano digno de lástima.

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