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Los enigmas del 11M

Con faldas y a lo loco

Editorial del programa Sin Complejos del domingo 28/8/2011

"Con faldas y a lo loco" es una memorable comedia de Billy Wilder, interpretada por Marilyn Monroe, Jack Lemmon y Tony Curtis, que seguro que ustedes ha visto doscientas veces.

Seguro también que recuerdan el argumento. La acción transcurre en 1929. Dos músicos de segunda fila que se encuentran en Chicago presencian sin querer la matanza del día de San Valentín ordenada por Al Capone contra sus rivales mafiosos y, ante la evidente intención de los asesinos de acabar con aquellos dos testigos molestos, Tony Curtis y Jack Lemmon se disfrazan de mujer y se incorporan a una orquesta femenina.

A partir de ahí, los enredos son continuos. Tony Curtis se enamora de su compañera de orquesta Marilyn Monroe, pero como se hace pasar él mismo por mujer, no puede cortejarla, así que se le ocurre la solución de jugar un doble papel, disfrazándose cada vez que tiene la ocasión de ricachón lánguido, del que Marilyn Monroe se enamora.

Por su parte, Jack Lemmon tiene la desgracia de que un verdadero millonario con cara de panoli y nombre ridículo, Osgood, se enamora de él, creyéndole una mujer de verdad.

Al final, como es natural en las comedias, todo acaba bien: los mafiosos reciben su merecido; los protagonistas se ven así libres del peligro y Tony Curtis le revela a Marylin Monroe su verdadera identidad, con lo que desaparece el último obstáculo para su mutuo amor.

Pero la escena más hilarante de la comedia es, precisamente, la escena final, en la que se aborda la resolución del último de los equívocos del film. En esa escena, Jack Lemmon, vestido de mujer, está con Osgood, su enamorado millonario, en el yate de éste.

Jack Lemmon intenta convencer a Osgood de que su amor es imposible, primero de forma delicada y luego de manera cada vez más bestia.

- "Hablé con mamá", dice Osgood al principio de esa escena. "Estaba tan contenta que hasta lloró. Quiere que lleves su vestido de novia. Es de encaje blanco".

- "Osgood...", dice Jack Lemmon, tratando de buscar excusas. "No puedo casarme con el vestido de tu mamá. Seguro que ella y yo no tenemos el mismo tipo".

- "Podemos reformarlo", contesta Osgood sonriente.

- "¡No hace falta!", grita Jack Lemmon, para luego proseguir, más suave. "Osgood... he de ser sincera contigo. Tu y yo no podemos casarnos".

- "¿Por qué no?", pregunta el millonario.

- "Pues... primero porque no soy rubia natural", contesta Jack Lemmon, diciendo lo primero que se le ocurre.

- "No me importa", dice Osgood.

- "Y... fumo, fumo muchísimo".

- "Me es igual".

- "Tengo un horrible pasado. Desde hace tres años estoy viviendo con un saxofonista".

- "Te lo perdono".

- "Ay...", suspira Jack Lemmon. "Nunca podré tener hijos".

- "Los adoptaremos", dice el panoli, inasequible al desaliento.

En vista de que nada sirve, Jack Lemmon ya no ve más salida que decirle la verdad:

- "No me comprendes, Osgood...". Y quitándose la peluca y dejando por fin de impostar la voz, le espeta: "¡Soy un hombre!".

A lo que el millonario contesta:

- "¡Bueno!" ¡Nadie es perfecto!".

No he podido evitar acordarme de esa escena al ver cómo la situación se complica cada vez más para un Partido Socialista al que todos los enanos le crecen en cada circo que compra. Alfredo Pérez Rubalcaba, tan temido en otros tiempos, parece ya que es solo pulgas, de tanto adelgazar política y mediáticamente. Y la izquierda española, en general, consume sus ya escasas energías en mohínas, ahora que la harina del presupuesto se ha terminado.

De repente, parece casi inevitable que el Partido Popular, con Rajoy al frente, coseche un triunfo histórico, llevado meramente de la inercia. Lo cual resulta irónico viendo que la estrategia de Rajoy ha consistido, básicamente, en no hacer nada a lo largo de esta desastrosa era de zapaterismo.

¿Quiere Rajoy llegar a la Moncloa? Viendo los esfuerzos que ha hecho para no llegar, uno se sentiría tentado de pensar que no. A pesar de lo cual, el próximo 20 de noviembre será llevado en volandas hasta Moncloa por un electorado deseoso de poner fin a una de las etapas más desastrosas de nuestra Historia.

- "Pero no podéis votarme", dice Rajoy.

- "¿Por qué no?", preguntan los entusiasmados electores.

- "Os he mandado a los liberales y a los conservadores que os marcharais a otro partido", contesta Mariano.

- "No nos importa".

- "He echado del PP, o he conseguido que se fueran, casi todas las personas que admirabais".

- "Nos es igual".

- "He renunciado a hacer oposición mientras Zapatero destrozaba España en estos siete años".

- "Te lo perdonamos".

- "Ay...", suspira el líder del PP. "¡Nunca podría gobernar en paz, porque el PSOE me va a incendiar la calle en cuanto llegue a la Moncloa!".

- "Te ayudaremos a sobrellevarlo", le contestan alegres los votantes.

Ante lo cual, Rajoy, viéndose ya entre la espada y la pared, se verá obligado a dejar a un lado su habitual cara de póker y a proclamar con voz estentórea:

- "¡No me comprendéis! ¡Es que no quiero ser presidente!".

- "Bueno,", le contestarán los españoles enfervorizados, mientras depositan la papeleta del PP en las urnas. "¡Nadie es perfecto!".

Lo siento por ti, Mariano. El próximo 20 de noviembre, los infinitos Osgoods de este país, hartos ya de socialismo, te van a hacer su presidente.

A pesar de todos tus ímprobos esfuerzos para no serlo.

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