El GP de Miami ha sido la gota que ha colmado el vaso, tanto que el propio Fernando Alonso ha hablado abiertamente de hispanofobia ante las reiteradas sanciones a él mismo y, este fin de semana, también a Carlos Sainz.
En Australia pese a que los comisarios aseguraron en su informe que Alonso era no culpable del accidente de Russel, el asturiano fue sancionado con veinte segundos por posible conducción temeraria. En China, también le sancionaron por su toque con Sainz cuando luchaban por la posición en la carrera al sprint. Sanción que fue apelada, sin éxito, por Aston Martin unos días después.
En el primer gran premio celebrado en tierras americanas Alonso se ha llegado a reunir con el presidente de la FIA, su amigo Mohammed Ben Sulayem para asegurar que las sanciones no tienen que ver con la nacionalidad de los pilotos. " Ya no lo hago por mi", decía Alonso quien aseguraba en declaraciones a los medios de comunicación que lo hacía para proteger a las próximas generaciones de pilotos españoles.
Después de que la pasada de frenada de Hamilton el sábado en la sprint que provocó que Norris se quedara sin carrera y que la de Checo Pérez el domingo quedaran sin sanción, el agravio se hizo más notable. Más aún cuando, unas vueltas después, Carlos Sainz en su lucha con Piastri por la cuarta posición fuera sancionado con cinco segundos y relegado a la quinta plaza. Una sanción que respondía a un toque entre ambos pilotos cuando Carlos rebasó al australiano, maniobra calcada a la que Piastri hizo una vuelta antes sin que recibiera penalización pese a las peticiones de Ferrari y el propio Carlos.
Las malas lenguas del paddock empiezan hablar de guerra de poder por la presidencia de la propia Fia. El bloque británico, con Jean Todt a la cabeza, que perdió las elecciones a favor del saudí Sulayem estaría intentando desprestigiar a la propia institución haciendo daño a uno de los países que más le apoyó en su ascenso al poder, España